Me desperté antes de que sonara el despertador, miré por la ventana y aún no había salido el sol, estaba nerviosa y no podía dormir.
Hoy sería el día en que tendría que elegir a qué facción pertenecería el resto de mi vida. A estas alturas pensaba que lo tendría claro, pero la verdad es que estaba aterrada, no quería equivocarme.
Una semana antes
Me dirigí a la habitación donde me llevarían a cabo el test de aptitud que determinaría a qué facción pertenecía.
Me senté en la silla metálica que había en medio de la habitación, me sentía como en el dentista, odio ir al dentista. Me fijé en la mujer que me realizaría el test, una mujer en sus cuarenta años, pelo castaño, sonrisa tierna, de abnegación.
- Te voy a inyectar este suero y se te presentarán una serie de elecciones, actúa fiel a ti misma- eso fue lo último que oí antes de sentir un pinchazo en el cuello y que me sumiera en un sueño, que no pareció más que un pestañeo pesado.
De repente me encontré en la misma sala, pero ya no estaba esa tierna mujer, vi dos pequeñas mesas, en una había un cuchillo y en otra un pedazo de carne.
- Escoge- escuché de una voz similar a la de la mujer de abnegación pero distorsionada.
- ¿Para qué tengo que elegir?- pregunté sin entender lo que estaba pasando.De repente escuché un gruñido, me giré asustada y lo vi, un perro, un perro enorme que me miraba como si le hubiese quitado su plato de comida, o como si yo fuera la comida, de su boca salía espuma. Empezó a correr en mi dirección, me giré para coger alguno de los objetos pero ya no estaban. Sabía que no podía huir de él, así que me quedé quita con los ojos cerrados esperando mi destino.
De repente escuché unos ladridos mucho más agudos, el perro se había convertido en un perro más pequeño, más tierno, que me pedía que le acariciara la barriga, así que me agaché encantada de darle toda mi atención, a pesar de que seguía recordando que había intentado matarme.
Escuché la risa de una niña y cuando me giré a mirarla, esta se parecía a mi cuando era más joven, pelo negro, por los hombros, cara redonda, y de repente volví a escuchar los gruñidos de antes, el perro había vuelto a su estado original.
- ¡Corre!- le grité a la niña pero el perro ya iba detrás de ella. Salí corriendo detrás de ellos y me lancé hacia el perro, tenía que pararlo.
Abrí los ojos, de repente, sobresaltada, estaba otra vez en esa silla de dentista horrible, intentando recuperar el ritmo normal de mis latidos.
- No es posible- dijo la mujer abnegada.
- ¿Qué pasa?- pregunté sin entender que es lo que estaba pasando.
- Los resultados no son concluyentes- me miró con cara de preocupación.
- No lo entiendo, esta prueba debería decirme a qué facción pertenezco, ¿qué es lo que no es concluyente?- estaba desesperada, no sabía si encajaba en erudición y esperaba saber la respuesta con el resultado de ese test.
- No encajas en una sola facción- hizo una pausa en la que me tomo la mano y me dio una mirada en la que podía ver preocupación- encajas en más de una facción, en todas en realidad, nunca había visto algo así, eres divergente Madeleine.
- ¿Eso quiere decir que voy a quedarme sin facción?- notaba como las lágrimas se acumulaban en mis ojos, solamente pensarlo y el miedo se apoderaba de mi.
- No cariño, no te vas a quedar sin facción, pero es peligroso. Voy a cambiar los resultados de manera manual, a todos los efectos tu resultado ha sido Erudición, porque eso es lo que pondré. Irás a la ceremonia de elección y escogerás la facción que quieras, pero no le dirás a nadie cuál ha sido tu resultado.
- Muchas gracias...- dije, mirándola con la admiración con la que me habría gustado mirar a mi madre alguna vez, pero mi madre nunca me había tratado con el cariño con el que me está tratando...
- Natalie- sonrió y en ese momento supe que siempre recordaría lo que estaba haciendo por mí.Vuelta a la actualidad
Ya que no podía dormir, decidí que me vestiría y pasaría un tiempo por el tejado del edificio en el que vivía, pensando en la elección que tendría que tomar en unas horas y que cambiaría mi vida para siempre.
Erudición, ha sido mi hogar desde que nací, pero realmente, por mucho que me asustara la incertidumbre de no saber qué me esperaba en las otras facciones, no quería quedarme aquí. Un hogar con un padre y una madre fríos, que nunca me habían dicho que me querían, solo querían que sacase buenas notas y que estudiara. Cuando mi hermano se fue, me sentí devastada, el era el único que me había dicho que me quería en toda mi vida, y lo había perdido, mis padres no querían decirme en qué facción estaba, porque no querían que lo viera, así que me revelé. Dejé de estudiar, dejé de sacar buenas notas, empecé a suspender y me sentí incluso liberada de ese peso tan grande que era intentar cumplir con las expectativas que había puestas en mi.
La reacción de mis padres realmente no me la esperaba, pensaba que se enfadarían y que acabarían diciéndome en qué facción estaba mi hermano mayor. Lo que hicieron fue dejarme sin comer, encerrarme en un armario y cuando vieron que lloraba todo el día pero que no volvía a estudiar, vino el primer golpe.
Retomé mis hábitos de estudio, siendo consciente de que nunca me dirían a dónde se había ido mi hermano, pero una vez que descubrieron qué tuercas apretar para que reaccionara, ya era demasiado tarde, porque siempre podría ser mejor, golpe, siempre podría superarme, golpe, nunca sería tan buena como mi hermano, golpe.
No, definitivamente tenía que irme de aquí.
Abnegación, totalmente descartada, me parecía una vida admirable la de dar todo por los demás, pero realmente no era una vida para mí, después de todo estaba en esta situación precisamente porque estaba mirando por bienestar.
Ni si quiera me planteaba la opción de escoger Verdad, tenía un secreto del que no estaba segura como de grande era, pero sabía que tenía que ocultarlo, eso me había dicho Natalie.
No podía ir a Cordialidad, mi carácter es muy fuerte, si algo me moleta siento como si un volcán estuviera entrando en erupción dentro de mi, no podría ser amable con todo el mundo a todas horas, por muy buena opción que pareciera, un mundo naranja, donde todos son felices y amables con todos, pero de nuevo, por muy amable y amorosa que pueda ser con la gente que quiero, no podría hacerlo con todo el mundo.
Solo me quedaba una opción, Osadía, donde se entrenan los guerreros, siempre me había gustado salir a correr en las mañanas y había aprendido a tirar con arco, en los últimos tiempos incluso me había leído un libro sobre artes marciales en un vago intento por sobrevivir a los maltratos de mis padres.
Probablemente llegaría allí y nada de eso me serviría, pero parecía la mejor opción, así que tendría que intentar encajar porque sino lo hacía acabaría relegada de todas las facciones, y abandonada a mi suerte a las afueras de la ciudad de Chicago.
Osadía.
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Divergente (Cuatro/Four)
Hayran KurguMadeleine tiene 16 años y ya es el momento de su ceremonia de elección. Le gusta la filosofía de su facción, Erudición, le gusta saber cada día algo nuevo, pero no tiene pensado pasarse la vida estudiando. Su mejor amigo, su hermano mayor, se había...