III

1.9K 138 24
                                    

Quería causar una buena impresión, al menos los primeros días hasta conocer bien un grupo de gente para pasar las tardes sin estar metida en casa con mis padres. En el fondo sabía que siempre había sido ese tipo de chica superficial que juzga antes de conocer, lo admitía e intentaba cambiarlo, pero empezar de 0 con gente que no te conoce me daba la responsabilidad de tener buen aspecto para poder ser admitida entre ellos y no causar una impresión equivocada.



- ¿Voy bien con el vestido de flores y las Converse, mamá? -grité bajando por las escaleras dirigiéndome al salón.

- Estás preciosa, cariño. Te pongas lo que te pongas lo estás -me aseguró ella. -Ve y dale un beso a tu padre antes de marcharte.

Me miré por última vez en el espejo de mi entrada antes de salir y dado que mis labios lucían un tono apagado, rebusqué entre las cosas de mi bolso y saqué aquel pintalabios que le daban el color salmón ideal a mis labios aquellas mañanas de Sol. Los perfilé perfectamente y tras coger mi chaqueta vaquera, colgada detrás de la puerta, salí directa al porche donde guardaba mi padre.

- ¿Estoy guapa? -pregunté mientras hacía rodar todo mi cuerpo sobre los talones.

- ¿Cuándo no lo estás? -contestó él sonriendo y cogiendo mi mano mientras rodaba.

Deposité un beso en su mejilla antes de salir hacia el jardín y asegurándome que llevaba todo en mi bolso, me dirigí hacia la pequeña puerta que limitaba nuestra propiedad del prado de Pastrana y con paso nervioso fui directa a la plaza donde Andrés me había asegurado que, todas las tardes, aquello era un hervidero de gente joven buscando algo con que calmar su sed y su apetito.


Paseé mis dedos entre los mechones de pelo liso para comprobar que seguía intacto y bien peinado y me acerqué a la terraza que había montado el nieto de Andrés tal y como me había contado.

Dado que aún no se encontraba mucha gente por allí y tampoco sabía muy bien como actuar, entré en el bar y apoyada en la barra, pedí un refresco.

- Perdona, tú debes de ser Luisita, ¿verdad? -preguntó un joven chico que salía de dentro de la cocina con un par de platos de patatas bravas.

- Y por como me has llamado… -sonreí contestando amablemente. -Imagino que tú debes de ser Sebastián, el nieto de Andrés.

Aquel apuesto chico de complexión atlética y bien cuidada sonrió. Lucía una perfecta línea de dientes blancos que podrían haber sido esculpidos por un gran artista.

- Lo siento -se disculpó pasando sus manos por su pelo. -Mi abuelo me ha explicado que no te gusta que te llamen así, pero con tanto lío en mi cabeza posiblemente he entendido todo lo contrario -y volvió a sonreir.

- No te preocupes -continué yo contagiándome de su sonrisa. -Aquí siempre he sido Luisita, me parece incluso raro que no me llamen así por aquí.

- De todas formas, encantado Lui…

- Me puedes llamar Luisi o Lu, como prefieras -sorbí un trago de mi refresco para aliviar un poco el sofoco por la vergüenza que me causaba aquella conversación.

- Encantado, Luisi, yo soy Sebastián como bien te ha contado mi abuelo -y limpió su mano en un trapo antes de extenderla cordialmente para ser estrechada. -Pero también prefiero que me llamen Sebas.

Aquel chico me invitó a sentarme en la barra o tomar asiento en una de las sillas de la terraza y decidí decantarme por lo segundo mientras él, amablemente, llevaba mi bebida a una de las mesas de la plaza.

- En un ratito empezará a llegar la gente -me explicó apoyado en la silla que quedaba vacía enfrente de la mía. -Pero si necesitas cualquier cosa solo tienes que llamarme, ¿vale?


× Sin Saberlo ×  [Luimelia] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora