VI

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No sé si fueron mis piernas las que fallaron o lo profundamente pasota que podía llegar a ser, pero cuando mi cuerpo colisionó contra una mesa vacía del bar de Sebas, morí de vergüenza al pensar en la gran entrada que había acabado de protagonizar aquella mañana.

- ¡Luisi! -gritó él saliendo de detrás de la barra. -¿Estás bien?

- Que patosa soy, de verdad -reí muerta de vergüenza al sentir como una de sus manos sujetaba mi antebrazo.

- No te preocupes, llevo mucho tiempo diciéndole a mi padre que habría que quitar ese escalón. Ven, siéntate.

Sebas me dirigió hacia uno de los taburetes que había delante de la barra para que los clientes descansaran cada vez que se tomaban su bebida sin ocupar una de las mesas. Mientras me acomodaba ligeramente apoyando un poco de mi cuerpo sobre el  taburete, él ocupó su lugar tras la barra y sacó del pequeño congelador un refresco de limón y un vaso de debajo de la encimera.

- Supongo que querrás esto, no pareces ser de las que toma cerveza tan temprano -se escusó sonriendo.

- La verdad es que no quería tomarme nada -me disculpé. -Pero ahora que lo dices, me vendría bien lubricar un poco mi garganta. Llevo toda la mañana haciendo compras por el pueblo y necesitaba tomarme un respiro.

- Pues me pillas por casualidad -respondió él dejando sobre la barra uno de los trapos que le colgaban del bolsillo. -Por las mañanas no suelo venir, pero dado que esta noche hay fútbol, me he querido asegurar que estábamos bien abastecidos.

- Entonces... ¿Esta noche no vienes a la cena de Fede? -pregunté un tanto disgustada. El chico apoyó sus codos sobre la barra, rompiendo un poco más la distancia que nos separaba.

- No creo, Luisi. Intentaré llegar, pero no aseguro nada.

- Sería una pena que no llegaras a tiempo -me sinceré. Él sonrió ante mi interés, algo que me puso un tanto nerviosa. -Quiero decir, sois muy amigos por lo que me contaron -continué apresurada mientras dejaba caer mi cuerpo un poco hacia atrás e intentando volver a retomar la distancia.

Me gustaba mucho la compañía de Sebas, me sentía muy cómoda hablando con él y sentía que él también lo estaba conmigo y a diferencia de lo que sentía cuando estaba con Amelia, con él podría llegar a sentir una atracción que borraba por completo la idea de ser solo una amiga de él.

Un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo cuando él acarició con las yemas de sus dedos mi brazo.

- ¿Luisita? -indagó en mi mirada. -Digo que si ya te has terminado el refresco.

- ¿Eh? -me resalté. -Perdona. Sí, sí, puedes llevarte ya el vaso. Tengo que volver a casa. Llevo la verdura para la paella que cocina hoy mi madre hoy y se estará poniendo de los nervios.

- Te acompaño si quieres -se ofreció él amablemente cuando salió de la barra.

- No, no te preocupes -me apresuré mientras me levantaba del taburete y me dirigía con pasos firmes hacia la puerta.

Cierto pánico se instaló en mi cuando la idea de sentirme atraída por Sebas se adueñó de mis pensamientos. No era ningún disparate que pasara, contra eso no podía luchar, pero era demasiado pronto sentir algo así por una persona que casi no conocía, dado que no sabía mucho más de él y de su vida. Mis ganas por encontrar mi sitio entre esa gente y mi insistencía de caerle bien a todo el mundo por no sentirme desplazada, fue algo que marcó mi vida cuando, al llegar al instituto, me sentí completamente sola hasta que apareció Candela en mi vida. Ahora solo quería huir de aquella sensación y me obligaba a sentir cierta admiración por la gente que conocía, haciendo que mis sentimientos se sintieran confusos y llegando a pensar que realmente quería sentir algo más por aquel chico.


× Sin Saberlo ×  [Luimelia] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora