La cena estaba saliendo sobre ruedas. Aquellos eran un caso a parte y era imposible que alguien les detuviera. Reían sin parar, brindaban cada 2 x 3 y las anécdotas hacían cola para ser contadas por todos ellos. Sentía que yo también pertenecía a aquel grupo, que era una más entre aquellos locos desconocidos y maldije no haberle hecho caso antes a mi madre cuando insistía en hacerme salir de casa.
Marina era la mejor amiga de Amelia, aunque ella siempre iba más independiente de los demás y con la que mejor me llevaba después de la morena, pero durante la cena apenas pude hablar con ella; me tocó justamente sentarme a la otra punta de la mesa, con Amelia a mi izquierda, Fede a mi derecha -presidiendo la mesa- y Jesús que estaba enfrente de mi. Este último era un gran apoyo para Amelia; me había contado que cuando la morena llegó al pueblo, se hospedó en el hotel "La estrella" donde Jesús trabajaba como gerente hasta que ella encontró casa en Pastrana y que fue de gran ayuda su compañía. Hacían una curiosa pareja aquellos dos.
Un disimulado interrogatorio fue el tema de la cena, pero entre tantas risas, casi se notaba que querían conocer cada mínimo detalle de mi vida y mi personalidad. Les hablé de Candela, de mis estudios y de los viejos amigos que tenía en Pastrana. Nadie los conocía y en parte es algo que entendí, ya que muchos de ellos vivían en el pueblo por sus familiares o como, decía mi padre, usando el pueblo como "ciudad dormitorio", donde los alquileres de las casa eran baratos aunque trabajasen unos pueblos más lejos de allí.
Amelia estuvo especialmente pendiente de mi durante el transcurso de la cena. Me cuidaba entre miradas y me hacía sentir cómoda con gestos que se les escapaba a los demás de sus vistas.
Jose se giró, desde uno de los extremos de la mesa, y mirándome fijamente a los ojos, dijo con tono serio:
- Perdona, Luisi, ¿puedo hacerte una pregunta muy importante para esta noche?
- Claro, por supuesto -tragué saliva ya que no entendía la temática de esta pregunta o si se trataba de otras de su interrogatorio.
- ¿Te gusta el tequila?
- Me encanta -resoplé tras su cachonda pregunta.
- Perfecto. ¡Camarero, chupitos de tequila para todos! -gritó hacia el camarero que se acercaba intentando escuchar tras el barullo de gente de su alrededor.
5 minutos después, el camarero trajo una bandeja con ocho chupitos de tequila, sal y limón. Brindamos tanto y con motivos diferentes en cada brindis, que en la cuarta ronda perdí el sentido y la cuenta de tanto brindar.
- Amelia -susurré al hombro de la morena. -¿Vas a beber más? -ella sonrió y con un gesto delicado puso mechones de mi cabello tras mi oreja.
- Cariño, yo dejé de hacerlo en el segundo brindis. Estos son como esponjas, dudo que llegues a su altura -rió en voz alta haciendo que varios de los comensales pusiesen sus ojos sobre nosotras. -¿Te cuento un secreto? -susurró más cerca de mi para no ser escuchada por los demás.
- Sí... -balbuceé como pude debido a las cosquillas que sentía en la boca de mi estómago dada su proximidad y el alcohol que montaba un batiburrillo en mi interior.
- Yo nunca he podido beber como ellos -y volvió a reir apartándose un poco de mi y volviendo a acomodarse en su silla.
Gruñí tras su confesión y la distancia que había vuelto a poner entre las dos. Sabía que Amelia era lesbiana e imaginarme, por momentos, que le atraía, era algo que me encantaba. Tal vez fuese cosa de mi imaginación y que ella era así de cariñosa con todo el mundo, pero sus gestos me hacían sentir deseada y era algo que no quería que acabara.
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× Sin Saberlo × [Luimelia] 🌙
Hayran KurguTras el accidente de su padre que cambiará su vida, Luisita baraja la posibilidad de que, trasladarse de nuevo al pueblo donde tantos veranos ha pasado, tampoco es tan mala idea. ¿Quién dijo que las segundas oportunidades nunca fueron buenas?