XV

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Era jueves y entre nuestra pequeña excursión a mi nuevo sitio favorito, la cena que teníamos pendiente con todos los chicos en su casa y que esa misma noche íbamos a cenar juntas, estaba viendo a Amelia más que todo este tiempo juntas en Pastrana y eso, para mí, era todo un logro.

Nuestro pequeño encuentro en el lago había sido entre diferente y normal. Habíamos iniciado una especie de flirteo sin llegar a más. Siempre sabíamos cuando era el momento de echar el freno de mano y aunque las dos queríamos bajar esa pendiente sin temor a lo que nos encontraríamos al final, dejábamos que nuestras frías mentes tomaran parte de todo aquello.

Todo era muy nuevo para mi. Porque, aunque este sentimiento lo había experimentado con otros chicos, nunca había sido tan puro como lo transformaba Amelia.

- Entonces, ¿ni hoy ni mañana cenas en casa? -indagó mi madre mientras regaba las plantas del jardín.

- No, mamá. Esta noche cenaré en casa de Amelia con algunas chicas -mentí. -Y mañana cenamos toda la pandilla.

- ¿En casa de Amelia también? -se extrañó.

- Sí. En casa de Amelia también. ¿Por qué te sorprende?

- No, cariño, no me sorprende. -admitió. -Es solo que me gusta saber por donde te mueves por aquí. Por seguridad.

- Tranquila, mamá. Saben cuidar muy bien de mi. -giré sobre mis talones para dirigirme al interior de mi casa y divisé en el tendedero las dos toallas de Amelia airearse. -Mamá, ¿esas toallas?

- Esas dos toallas te las dejaste ayer en el porche. Mojadísimas. Las he lavado para que se las devuelvas limpias a su dueña. -mi madre guiñó un ojo y añadió: -Porque son de Amelia, ¿verdad?

Y recordé como el día anterior, después de nuestro baño en el lago, yo había metido las toallas dobladas dentro de mi mochila y las había sacado al llegar, rebuscando entre mis pertenencias las llaves de mi casa.

- Emm... Sí, sí -pronuncié sonrojada. -Esta noche se las devuelvo.

Volví a emprender el camino que había iniciado hacia mi casa con una leve sonrisa. Mi madre no era tonta y se daba cuenta de todos y cada uno de los gestos que teníamos de complicidad Amelia y yo y, a decir verdad, seguramente nos viera por la ventana el día anterior cuando Amelia me dejó en casa.


🥐🥐



Después de media tarde debatiendo cual era el mejor outfit para la ocasión, me decanté por un vestido largo hasta los tobillos, suelto, como aireado y lleno de flores de colores pastel. Unas cuñas con un poco de plataforma y el pelo suelto y liso eran el detonante para acompasar aquel modelito en la cena con Amelia.

Opté por un maquillaje poco cargado, más natural y los labios llevaban un tono rojizo, más llamativo, más apetecible.

Un par de gotas perfumaron mi cuello y mis muñecas, siempre depositaba un poco de aroma allí y cuando revisé mi bolso y me miré por cuarta vez en el espejo, decidí que era la hora perfecta para salir rumbo a su casa.

- Mamá no me esperes pronto -avisé a mi madre que descansaba en el sofá terminando de ver una película con mi padre.

- ¿Dónde vas tan guapa? -preguntó mi padre sonriendo.

- He quedado para cenar con los...

- Tiene una cita -interrumpió mi madre.

× Sin Saberlo ×  [Luimelia] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora