V

2.1K 158 33
                                    

Los dos días desde el encuentro con Amelia habían pasado tan rápido que no me había dado cuenta que esa misma tarde iba a volverla a ver. Fue lo fugaz que quería que fuese, sin tiempo de pensarlo mucho para evitar ponerme nerviosa.


Me encontraba en el porche dibujando una de las fotos que había tomado días anteriores, la de un atardecer que capté en el mirador donde realmente las vistas panorámicas desde aquel lugar podían servir de mucho. Cada pincelada sobre el lienzo me hacía transportarme a aquel banco de madera deteriorado por toda la lluvia que habría soportado. Me perdía una y otra vez entre los colores que iba plasmando y dejaba que mi mente se tomara un descanso, esa era una de las cosas que más me gustaba de aquello que hacía; era capaz de dejar la mente en blanco y dejarme llevar por unos momentos.

- Luisi, ¿no quieres merendar nada? -interrumpió mi madre.

- No, mamá -contesté yo sin apartar los ojos del lienzo. -He quedado más tarde con algunos del pueblo y preferiría comer algo con ellos.

- ¿Eso quiere decir que has hecho amigos? -interrogó ella con un tono alegre.

- Bueno... -seguí yo dándome por vencida y apartándome de lo que estaba haciendo para centrarme en la conversación. -Conocí a una chica el miércoles cuando salí a tomar algunas fotos.

- No me habías contado nada.

- Bueno, estabas ocupada cuando llegué y ya no le di más importancia. Te lo iba a decir luego.

- ¿Y cómo es ella? - inquirió mi madre.

- Pues no la conozco mucho, mamá. Sé que vive aquí detrás y que le gusta hacer deporte -me senté en una de la sillas de madera y mi madre me imitó. -Lo sé por lo deportiva que iba vestida. Tiene un perro muy bueno que se llama Bruc y hasta aquí puedo leer.

- ¿Y vas a quedar con ella sin saber nada más de ella?

- Ay, mamá -me molesté. -No he quedado con ella. Se ve que me vio más sola que la una y la chica me ofreció ir hoy a la plaza a tomarme algo con ella y sus amigos. -finalicé antes de levantarme y entrar en casa.


Una vez duchada y con el outfit elegido, opté por rizarme el pelo con un poco de espuma y el difusor y darme un tono diferente a cuando nos vimos Amelia y yo en el bosque. Me puse mi vestido ancho, de gasa, color salmón y unos botines marrones con un poco de tacón ancho para parecer un poco más formal y tras delinearme los ojos con el eye-liner, me pinté los labios de un color natural.

- Pues ya estaría -me dije a mi misma tras repasar mi estilismo por quinta vez cara el espejo.

Bajé los escalones despacio revisando mi bolso y acicalando mejor mi cabello y sentí como los nervios se empezaban a amontonar como un nudo en mi estómago cuando comprobé que en 5 minutos Amelia se iba a presentar en la puerta de mi casa.

- ¿Cenarás en casa? -preguntó mi padre desde el salón. -He hecho croquetas y tortilla de patatas. Bueno, tú madre me ha ayudado.

Desde que tuvo el accidente, mi padre no había vuelto a entrar en la cocina. Había perdido el 40% de su fuerza en las muñecas y eso le impedía sujetar mucho rato una paleta mientras le daba la vuelta a las croquetas o simplemente para amasarlas.
Ahora no solo se había levantado de cualquier silla, sino que había cocinado y había aguantado de pie el tiempo suficiente para estar atento al fuego de la encimera mientras se freían las croquetas.


- Con esa invitación no me puedo negar a ello -respondí orgullosa acercándome a mi padre. Besé su mejilla y él hizo lo mismo conmigo.

- Pásalo bien, cariño.

× Sin Saberlo ×  [Luimelia] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora