Era martes y dado que no había vuelto a ver a las chicas, esa tarde había quedado para tomar un café con Marina. Por la mañana había decidido arreglar mi book de fotos para enviárselo a Lourdes, algo que no me hacía especial ilusión después de saber su historia con Sebas y Amelia, pero necesitaba encontrar un trabajo y dejar de sentirme poco productiva en el pueblo.
- ¿Te apetece acompañarme a comprar un par de cosas por el pueblo? -preguntó mi madre apoyada en el marco de la puerta de mi habitación. -Llevas unos días encerrada sin parar de trabajar. -se preocupó.
- Tengo que dejar terminado este book para mañana -soplé. -Pero la verdad que me iría bien salir un poco y airearme. Voy acabar loca con tantas fotos.
- Venga pues, te espero abajo -finalizó ella desapareciendo de allí.
Me vestí rápidamente con un vestido suelto y las Converse, até mi cabello con una cinta y una coleta alta y cogí el bolso de todos los días.
Desde la noche de la cena con las chicas no había vuelto a hablar con Amelia del tema. Nuestras conversaciones se enfriaban un poco y se volvían monótonas preguntándonos que tal estábamos. Con Sebas había estado hablando poco también. El chico había estado liado en la reforma del mobiliario del bar y tenía pocas horas al día para hablar conmigo. Llegaba a casa tan cansado que se dormía pronto y por la mañana empezaba de nuevo de aquí para allá, atendiendo a los clientes y buscando como innovar en algunos productos que le ofrecían los proveedores. Había sacado un hueco el miércoles para acompañarme a hablar con Lourdes, yo podía ir sola sin ningún problema, pero él había insistido en venir conmigo, cosa que no me importó.
- ¿Ya estás? -preguntó mi madre entrando al salón.
- Sí, sí -contesté guardando mi móvil en el bolso.
Las dos salimos por la puertecita del jardín y nos adentramos por las calles de Pastrana. Mi madre quería visitar al pescadero, comprar un poco de verdura y recoger la prensa que le compraba diariamente a mi padre; lo que venía siendo la vida en un pueblo.
- ¿Qué tal llevas el book? -se interesó mi madre.
- Bien, bien -contesté. -Es un trabajo fácil, solo quieren que haga unas fotos al pueblo, a las celebraciones y demás, así que mi book les gustará porque básicamente me dedico a hacer fotos a los paisajes.
- ¿Y te gustaría que el trabajo fuese para ti? -preguntó mientras nos acercábamos al puesto de verduras.
- Bueno... -me desanimé. -No está mal. Necesito trabajar de lo que sea y ya que me han dado esta oportunidad, pues sí, estaría bien que me pillaran para trabajar aquí.
- Cariño, por algo se empieza -me animó ella acariciando mi brazo antes de entrar en el establecimiento.
- Me quedo fuera, ¿vale?
La verdulería estaba a rebosar de gente y dado que mi madre se entretenía hablando con unos y otros y debatiendo que tomates tenían mejor pinta, decidí pasar a la acera de enfrente y sentarme en un portal a la sombra.
Pastrana tenía esos días de calor húmedo que se hacía imposible respirar y si te concentrabas en ello sudabas más de lo normal. Saqué mi móvil para distraerme un poco y revisé mis redes sociales en busca de algún vídeo de gatitos que distrayera mi mente. Tal fue la sopresa que recibí cuando vi que Amelia había subido a sus redes una foto, que no pude evitar darme el gusto de examinarla un poco antes de continuar en mi búsqueda.
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× Sin Saberlo × [Luimelia] 🌙
Hayran KurguTras el accidente de su padre que cambiará su vida, Luisita baraja la posibilidad de que, trasladarse de nuevo al pueblo donde tantos veranos ha pasado, tampoco es tan mala idea. ¿Quién dijo que las segundas oportunidades nunca fueron buenas?