"En fin"

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Tenía una manera muy particular de afrontar el dolor. Si bien es cierto que si me concentraba podía hacer nacer las lágrimas en mis ojos, por lo general, si el golpe no había sido uno duro, no lloraba. Un frío nacía en mis extremidades y se iba extendiendo poco a poco por todo mi cuerpo, con lentitud, haciéndome temblar espasmódicamente. Como si me consumiera por dentro. Mi cara no tenía ninguna expresión.

A veces tenía la visión de alguien rascando. Alguien con un cuchillo rascando una pared, levantando la pintura, el yeso, incesablemente, molesto, rascando, rascando, arrancando capas, arrancando costras. ¿Quizá estaba rayando mi corazón? ¿Quizá estaba rayando mi cabeza? Debía de ser mi cabeza. Al fin y al cabo había ruido, un ruido que no me dejaba pensar con claridad, un ruido que sólo yo podía escuchar.

También podía estarme minutos enteros mirando a la nada, sin pensar, sólo sintiendo.

Por lo general me metía debajo de la cama con los ojos bien abiertos hasta que el cansancio me obligara a cerrarlos, pero a veces pasaba esto: Yo, escribiendo. Escribiendo porque siento que esta vez el dolor ha dejado una marquita proclamando "Estuve aquí", para siempre recordar el día. A pesar de que estoy segura de que tengo el corazón roto en mil pedazos, el dolor siempre encuentra uno en el que escribir su firma.

La cuestión era el frío. No lo soportaba. No lo soporto. Nunca lo voy a soportar. Es como un agujero negro que te absorbe hasta sus entrañas y envuelve con macabro placer sus dedos alrededor de tu garganta, impidiéndote respirar.

Y no quiero moverme, no puedo moverme, no tengo ganas de moverme. Sólo puedo teclear. Estoy atada al teclado. Atada a las letras que salen por sí solas, a mis dedos que se mueven sin siquiera mirar lo que tocan y escalofriantemente siempre aciertan. ¿Será porque he tenido que escribir demasiadas veces mis apuñalamientos? He perdido el juicio. Lo he perdido.

Me he perdido.

Él (09/03/14 0:30 a.m):

En fin.

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