Uno entre tantos

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Llevé la mano hasta mi pecho, a la altura del corazón y estrujé entre mis manos la camiseta, cerrando con empeño los ojos. Estos me picaban, suplicándome que derramara alguna lágrima, pero no quería llorar. ¿Por qué estaba llorando o tenía ganas de llorar? ¿Por rabia, por tristeza, por la injusticia de la situación frente a mí?

La garganta se me cerró y no podía pensar claramente. En mi mente se formó una imagen: Yo y él uno frente al otro, y yo lo abrazaba, tan fuertemente que pensaba que lo dejaría sin circulación, pero él no se quejaba, simplemente seguía allí.

Pero eso era sólo en mi mente.

En la realidad, me mantenía con el puño y la mandíbula bien cerrados, repitiéndome una y otra vez lo mismo, insaciablemente: ‹‹Por favor que le llegue, por favor que le llegue, por favor que le llegue››.

Creía firmemente que si ponía todo mi deseo en ello, por muchos kilómetros que nos separaran, le iba a llegar mi abrazo; y llegó un momento incluso, que me sentí como si realmente lo estuviera abrazando, que sentí como si de verdad le hubiera llegado mi sentimiento. ‹‹Estoy aquí››.

Cuando volví a abrir los ojos, todavía a punto de llorar, me di cuenta de que obviamente no le habría llegado, pero al menos lo había intentado. Dejé que mis labios temblaran apenados mientras que mi alma me dolía por cada metro que nos separaba.

No podía ni respirar, así que me quedé completamente quieta hasta que el sentimiento se apagó.

III VI IX XII -36912-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora