Sin aliento

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Erase una vez una débil y pequeña chica que no sabía nadar, a la que habían abandonado a su suerte en medio del mar en una barquita.

Al principio no entendió por qué había un cubo de plástico en ella, pero no le importó. Lo único que tenía en mente, era que la corriente la conduciría a tierra tarde o temprano.

No tardó mucho la barca en romperse, y finalmente comprendió para qué necesitaba el cubo; eso la mantenía viva, eso y su fuerza de voluntad, eso y la esperanza de llegar a tierra. Así pues, perseveró, y aún con los brazos entumecidos siguió llenando el cubo y sacando agua; y cuando finalmente se le rompió el cubo, no dudó en arrodillarse y usar sus manos.

Pero la tierra nunca se avistaba, nunca se asomaba al horizonte, nunca daba muestras si quiera de existir. La chica al fin quedó sin fuerzas, y en un arrebato de ira golpeó la madera, agrandando uno de los agujeros.

Con gesto sombrío, se sentó en el banquillo, y apoyando sus codos en sus muslos, escondió el rostro entre sus manos y esperó. Esperó a hundirse, derrotada, con la certeza de que la tierra nunca llegaría. El agua calma a su alrededor. Era ella en medio de la nada. Eran ella y el silencio. Y entonces comprendió que cuando pierdes la esperanza, lo has perdido todo. Y como los demás hicieron, se abandonó a su suerte, y finalmente, se hundió, y se ahogó. La sonrisa languidecía en sus labios.

III VI IX XII -36912-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora