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La luz cada vez se alejaba mientras intentaba vencer mi sueño, no podía permitirme cerrar los ojos. Sabía que si lo hacía acabaría volviendo a soñar con ella y no quería volver a sentir ese dolor que solía provocarme su recuerdo.

— Maddie, ¿tienes sueño? -me pregunto mi hermana mientras acariciaba mi liso cabello.

Me limite a negar observándola, mi hermana era idéntica a ella, eran dos gotas de agua. Observe su cabello rizo y luego sus ojos azules, para seguidamente acariciar su mano dejándole claro que estaba bien.

El transcurso del auto fue lento, demasiado agotador. Los minutos pasaban de forma lenta, el viaje era aburrido y lo único que se escuchaba era mi hermana canturreando una canción mientras mi padre silbaba al conducir.

Aún no entendía por qué mi padre insistía en tener unas pequeñas vacaciones, no teníamos unas desde que la persona más importante en mi vida falleció, y cinco años luego quería tener unas y no en cualquier lugar, sino en Madrid.

—Que hermoso lugar -musitó mi hermana asombrada al bajarse del coche y tenía razón, era un lugar muy bonito lleno de gente alegre.

—Es lindo -me limité a decir mientras cerraba la puerta del auto y luego observé como mi padre bajaba las maletas de la cochera.

Mientras observaba la casa en la que nos quedaríamos me abracé a mi misma al sentir una fría ráfaga de viento, el clima era frío y eso no me encantaba del todo, estaba acostumbrada a la calor de mi pueblo.

— ¡entremos! -dijo mi hermana entusiasmada mientras abría la puerta de la casa.

Al entregar el aroma a almendras inundó mis fosas nasales, amaba ese olor. Luego me percaté que mi padre lo había pedido al ver una pequeña nota al lado de la vela "Aquí está su fragancia encargada, disfruten su estadía".

— Siempre será mi olor favorito. -dije mirándolo y luego le sonreí.

— Por eso lo he pedido Maddie -me dijo de una forma dulce por lo cual no pude acercarme a abrazarlo.

Al rato acabe dirigiéndome a la que iba a ser mi habitación por unas semanas, una habitación blanca decorada con objetos de madera, era preciosa.

Nada más al llegar me senté en la cama después de quitarme los zapatos y me deje caer en esta, necesitaba descansar. No había podido dormir nada en el auto y ya estaba empezando a notar el cansancio del viaje.

Un par de horas luego :

Suelto un gruñido de molestia al escuchar ruidos provenientes de la casa del lado. Eran constantes, bastante molestos. Con gran pesadez me acerqué a la ventana a ver qué sucedía pero al acercarme de arrepentí. Una pareja de adolescentes estaban disfrutando y para mi desagrado se veía todo desde mi habitación.

— ¿Tanto les cuesta poner unas cortinas?-digo para mi misma a la vez que me siento en la cama intentando pasar por alto aquellos gemidos.

Por un momento mis ojos se devolvieron a aquella escena, el chico tenía la mandíbula apretada mientras hacía que aquella chica disfrutara, y joder quien no disfrutaría con un moreno así.

—¡Joder! ¿Que cojones haces? -dijo aquel chico al percatarse de mi presencia mientras se cubría con la manta...

Querido Daniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora