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— ¿Que tal si nos vigilamos mutuamente? Yo te observo y tú a mi, así ninguno tenemos problemas -dijo en un tono relajado logrando una risa de mi parte.

— Pensé que odiabas que te vigilara eh -dije riendo y luego me cubrí con la manta debido al frío.

— Al final me ha acabado gustando -dijo y pude ver cómo se lamió los labios.

Trague saliva al verlo, estaba demasiado bueno y sabía que mis mejillas ahora mismo debían estar rojas por lo tanto deje de mirarlo, me fijé en el libro y luego cerré este dejándolo a un lado. Cuando la música finalizo ambos nos quedamos mirándonos fijamente, ninguno desviaba la mirada.

Solo escuchaba mi respiración mientras seguía mirándolo, no pestañeábamos, no hablábamos, solo nos observábamos y eso bastaba. No estoy segura de cuanto tiempo pasó hasta que yo fui quien desvió la mirada al escuchar la puerta de su habitación abrirse e inmediatamente ver cómo la chica rubia se acercaba a él.

Su expresión cambió al ver a esa chica, su sonrisa se borró de golpe y yo preferí no observar aquí ella escena. No mire en ningún momento a su habitación, ni siquiera escuchaba lo que hablaban hasta que volvió el silencio, al no escuchar nada levante mi vista y me di cuenta que provenía gracias a que esta lo había besado, estaba sentada sobre sus piernas mientras lo besaba de una manera lenta.

— Necesito que me perdones -dijo al quedarse sin aire y por alguna razón sentí como mi pecho se encogió.

En cambio Daniel simplemente la beso en los labios de manera dulce, acaricio su espalda baja y yo sin poder quedarme ahí un segundo más baje a la cocina en la cual se encontraba mi padre haciendo un pastel.

— Que bien huele -dije apoyándome a su lado.

— Es el pastel especial de la familia -sonrió levemente y tenía razón, el pastel de almendras siempre era nuestra primera opción.

Mi padre se veía feliz mientras hacía aquel postre y yo simplemente estaba sumergida en mis pensamientos, no paraba de darle vueltas a lo que había pasado anteriormente. No entendía como Daniel había vuelto con ella luego del coraje que pasó ayer, no entendía a los hombres.

— ¿Te gusta este lugar? -me pregunto mi padre sacándome de mis pensamientos a lo cual asentí.

— Me gusta papá, es distinto -dije mirándolo. — pero es demasiado frío, ¿no?

— Hija, eres friolenta -rio leve — no es tan frío, recuerda que estamos en invierno eh, me encantaría vivir aquí

Al escucharlo fruncí los labios, sabia que al final quería mudarse de nuestro pueblo y lo entendía, a demás era lo más sano para todos. Una casa nueva, amistades nuevas, aires diferentes, en fin una nueva vida.

— No es mala idea papá, así comenzamos de nuevo -dije logrando ver su resplandeciente sonrisa.

Querido Daniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora