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— Ayer tenía tantas ganas de besarte -dijo mientras caminábamos a algún lugar el cual no tenía claro aún.

— Pues pensaba que sólo tenías ojos para tu princesa -dije en un tono celoso o lo cual el se rio negando.

— No volveré con ella, lo juro -digo mirándome y luego metió su mano por mi bolsillo trasero. — Tengo frío eh -dijo haciéndome reír.

Caminamos durante unos minutos así hasta que agarró mi mano llevándome a una especie de cabaña apartada de la cuidad, era preciosa, era de madera, una chimenea la hacía cálida y el aroma a leña le daban un toque especial.

— ¿Porque me has traído aquí? -dije quitándome las botas en la puerta.

— Es un lugar especial, nunca había traído a alguien aquí -dijo mirándome y luego sentí sus brazos rodear mi cintura haciendo que me acercara a la cama.

Sentí sus besos en mi cuello logrando que gimiera bajito y luego sentí sus manos en mi trasero apretando este pero de una manera dulce, y aunque quisiera no estaba lista para ese momento. No estaba lista para tener intimidad con un hombre, ni para desnudarme frente a él.

— Dani esto es lindo pero... yo no quiero -dije mirándolo a lo que el sonrió.

— No haremos nada, solo quiero disfrutar estas dos semanas de ti, que ya van cuatro días y no quiero perder la oportunidad de estar contigo.

Al terminar de decir esto me beso nuevamente de manera lenta cargándome en sus brazos y me dejo sobre la cama para seguidamente besar mi clavícula logrando que volviera a gemir, sus besos me hacían estremecer.

— No quiero que te vayas -dijo en mi oído mientras acariciaba mi abdomen. —No quiero dejar de verte

En ese momento observé el techo, pues yo tampoco quería irme pero no entendía a Daniel, cada vez me confundía más. Llene mis pulmones de aire pensando las cosas y luego cerré los ojos al sentir sus caricias en mis nalgas.

— Que pase lo que tenga que pasar -dije provocando una sonrisa en sus labios.

El llevo su mano a mi barbilla para besarme, esta vez lo hizo con ganas, apoye mi cabeza en el cabecero y pude ver cómo se quito el abrigo con una sonrisa en sus labios.

— ¿Que me has echo? -dije con la voz ronca. — me estás volviendo loca Dani -admití mirándolo pudiendo ver cómo sus ojos brillaron.

— Tu si que me tienes loco -dijo haciéndome reír pues un gemido se coló en su voz.

Ambos nos reímos, nos besamos durante un largo rato, nos mordimos mutuamente, nos hicimos marcas hasta que sentí como su mano traspasó mi pantalón apretando mejor mis nalgas y en ese momento sabía lo que iba a pasar.

— No puedo, de verdad -dije en un susurro mientras acariciaba su nuca.

Querido Daniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora