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No estaba lista para hablarle a alguien sobre la razón de mis insomnios, nunca le había contado a nadie. La muerte de mi madre logró varios cambios en mi vida, perdí a todas mis amigas, perdí a mi familia materna y sin duda me hizo entender muchas cosas. No tenía a quien contárselo, no tenía ni siquiera una amiga a la cual poder contarle y estaba claro que aún no le diría nada a él.

— No es por nada importante -logré decir luego de unos segundos mientras acariciaba mis brazos entrando en calor.

— Maddison no tienes que mentirme, no eres la única que vigila al vecino eh -dijo el observándome. — Te escuche durante toda la noche, sollozo tras sollozo y se que no pegaste un ojo, mírate, te ves cansada, apagada y se que ahora mismo quisieras estar en tu cama, se que no empezamos con buen pie pero quisiera ayudarte.

En ese momento parpadeé sin poder creer lo que estaba escuchando, el chico frío tenía sentimientos para mi sorpresa.

— Gracias, en algún momen... -Me quede en silencio al ver a mi padre acercase con una sonrisa en el rostro.

— Nos vamos ya chicas -dijo tan feliz que hizo que frunciera el ceño mientras me levantaba de la mesa.

Estaba segura que uno de sus negocios le había salido de maravilla, por un momento vi como mi hermana beso la mejilla de Jesús y se acercó a nosotros, estos se gustaban y era bastante notorio. En cambio Daniel se despidió de mi con un ademán, ni siquiera se acercó.

Luego de darle dos besos a cada uno salí de aquella casa tiritando e intentando entrar en calor, estaba realmente arrepentida de tomar vacaciones en pleno invierno pero, a mi padre le encantaba esa temporada.

— ¿Que tal con Jesús? -le pregunte a mi hermana mientras me montaba en el auto logrando que sus mejillas se tornaran a un color rosado.

— Es un buen chico, luego me invitó a cenar -dijo aún estando avergonzada.

— Vaya con dieciséis años ligas más que yo eh -Reí levemente mirándola mientras me ponía el cinturón de seguridad.

En el camino mi padre hizo varias paradas, fue a la gasolinera, al supermercado y también a una tienda de música a comprar varios discos de artistas conocidos. Al llegar a casa su música inundó todo el lugar, canto con todo el pulmón junto a mi hermana y yo preferí ir a leerme un libro a la habitación.

Comencé a leer "La chica del tren" por segunda vez, ya que sin duda era mi libro favorito pero lamentablemente no pude ni leerme un capítulo cuando una canción llego a mis oídos. La canción que sin duda era mi favorita "Se le apagó la luz" de Alejandro Sanz, el gran ídolo de mi madre al igual que de mi padre. Sin ni siquiera darme cuenta estaba cantando la canción que tanto me gustaba, esa canción que lograba emocionarme cada vez que la escuchaba.

— Vaya, no sabía que cantabas -dijo aquella voz proveniente de la casa del lado.

— Estar espiando a los demás no está bien -dije en un tono divertido mientras lo miraba.

Lo observé reírse mientras negaba con la cabeza, tenía el pecho desnudo, el cabello revuelto, un pantalón gris y estaba sentando en la cama frente a mi. En estos momentos odiaba la ventana que nos separaba, Daniel definitivamente era un bombón, de eso nadie tenía duda alguna.

Querido Daniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora