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Al escuchar a Daniel preferí quedarme en silencio, era entendible. Había estado observándolo dos veces en un mismo día, era obvio que no le iba a caer bien.

— Lo siento... -logré decir en un tono bajo mientras jugaba con mis dedos.

A lo que sólo recibí una mirada pero esta vez no era con odio, una mirada simple, sin intimidar y sin demostrar ningún tipo de sentimiento. Lo cual yo agradecía, porque realmente no quería hacerlo enojar más, ni mucho menos molestarlo.

— ¿Que edad tienes? -preguntó dejándome sorprendida.

— Tengo diecisiete -dije al escucharlo a lo que recibí otra mirada.

Al parecer era un chico de pocas palabras, observé su mano durante unos segundos y al ver que la miraba carraspeó la garganta haciendo que quitara mi vista. Me fijé en la mesa una vez más y no pude evitar hacer una mueca al ver a todos hablando entre ellos dejándonos a ambos fuera de la conversación.

— Tranquila, estoy acostumbrado a estar excluido. -Me dijo para que sólo yo pudiera oírlo.

A lo que solo asentí al igual que el lo hizo minutos antes, luego de esas palabras la comida transcurrió en silencio para mi, solo agradecía cuando Eva me hacía un cumplido y contestaba un par de preguntas que esta me hacía.

Pero el momento más incómodo fue cuando Jesús se fue junto a mi hermana al jardín, y mi padre junto a Eva y Juan a hablar de negocios dejándome a mi sola con Daniel, con el chico que al parecer estaba harto de estar junto a mi.

— ¿Te gusta el... joder -digo al no saber
que preguntarle.

— No, no me gusta eso -dijo soltando una risa corta.

Y en ese momento no pude evitar sonreír, había logrado hacerlo reír. Y a pesar de sentirme estúpida era un logro para mi.

— Eres tierna... pero eso de estar espiando a los demás no está bien -dijo haciendo una mueca con sus labios.

En ese momento volvió la incomodidad a la conversación por lo cual esta volvió a finalizar. Estuvimos un rato en silencio, el usaba su móvil mientras yo me limitaba a mirar las fotos que había alrededor de la casa en silencio rogando que mi padre apareciera pronto a sacarme de allí.

— ¿Porque golpeaste aquel cristal? -pregunte mirándolo fijamente.

— ¿Te importa? -dijo haciendo una mueca de fastidio a lo cual asentí. — Tuve una discusión con mi novia, perdí el control y le pegué un puñetazo el cristal, eso es todo Maddison.

— ¿Y porque discutiste con ella? -dije en un susurro y maldije al ver cómo el elevó su ceja.

— No te tengo que dar explicaciones, Maddison. Ahora dime tú, ¿porque lloraste en toda la noche? -preguntó haciendo que un nudo se formara en mi garganta.

Querido Daniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora