♦3♦ Piso Tres

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″El amor debe ser mutuo, este no debe lastimar,tampoco hacerte sentir mal, si esas cosas pasancon quien te dice amar es mejor, querida, quesalgas de ahí ¡ya!″

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″El amor debe ser mutuo, este no debe lastimar,
tampoco hacerte sentir mal, si esas cosas pasan
con quien te dice amar es mejor, querida, que
salgas de ahí ¡ya!″

En este piso se puede escuchar a dos personas entregándose a sus propios placeres carnales.

Su lujuria es mucha, sus sombras bailan en la oscuridad, juntas entonan una sinfonía suave rosando sus cuerpos en la tenue oscuridad.

Un secreto en ese cuarto se puede admirar, los únicos testigos son las paredes que encierran el lugar. Veinticinco minutos es el tiempo necesario que tiene un enfermero que dice a su paciente ayudar.

Ambos terminaron el acto, el enfermo abrocha cuidadosamente cada botón de su camisa a la vez que con su mirada busca su pantalón.

La joven Lucia solo esta reposando en la cama, su larga cabellera cubre gran parte de sus pechos: su cuerpo desnudó es un verdadero arte.

—Debo irme ya —comenta el hombre al terminar de abrochar su cinturón café de tercio pelo.

—¿Pero tan pronto te vas? —cuestiona aquella mujer.

Acto seguido se abalanza a los brazos del hombre, Lastimosamente su cometido fue impedido por un golpe fuerte en su delicado rostro. El hombre tomo el brazo de Lucia y lo sujeto de tal forma que de un jalón logro llevarla al suelo.

El impacto causo un estruendo en el piso, como resultado la persona que estaba abajo de ellos se dio cuenta.

Lucia sollozaba en el suelo, buscando poco a poco sus prendas.

—¡Ya te he dicho que no me beses sin mi permiso!, ¿De verdad estas muy tonta para entender? —expresó con desaprobación el hombre limpiando su blanco uniforme.

—¡Perdóname! No fue mi intención molestar —entre sollozos ella respondió.

Poco a poco Lucia levantó su cuerpo que se encontraba dañado desde hace tiempo, no era novedad que el hombre la tratara tan mal. Las cicatrices que la joven portaba en su piel eran muy evidentes incluso para el ojo más despistado, en ella se podía observar mordidas, moretones y uno que otro rasguño.

Su hermosa figura que portaba el día que llegó al castillo no se compara en nada con lo que ahora ha sido.

El hombre engreído salio de la habitación, sacando una pequeña llave para cerrar la puerta.

Este acto se asemejando a una persona adinerada guardando sus joyas en una caja fuerte. 

Lucia solo miro en silenció, era algo muy rutinario lo que este hombre hacia, todas las tardes se dedicaba a encerrarla.

—Nos vemos mañana Lucia —entre risas exclamó.

Minutos después se escucho como se activo el seguro de la puerta.

Siete Suspiros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora