Fronteras

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Eran las tres en punto de la tarde cuando Jung Hoseok abrió su casillero. La jornada había terminado, e iba con Jungkook a su lado.

Cuando insertó la combinación, decidió proponerle a Jungkook algo qué hacer. El hombre se veía tan triste y desganado últimamente, que quizás necesitara salir a despejarse. A penas era martes, pero nunca era demasiado temprano para ir a beber una cerveza fría en el parque de la ciudad, junto al lago, o algo como eso. Entonces, muy sonriente y encantador le comentó la idea.

Pero Jungkook sólo dijo: —Ya me iba a casa. Estoy cansado.

Hoseok, haciendo un mohín, se cruzó de brazos, deteniendo sus acciones. El casillero quedó a medio-abrir. —¿Has ido a la Casa Amarilla, últimamente? Mi abuela ya está preguntando por tí.

Jungkook se frotó la frente, como aminorando un dolor de cabeza. —No. Pero iré pronto. Discúlpame con tu abuela.

Hoseok asintió con la cabeza, mordiéndose ambos labios. Ambos se despidieron, y él miró a Jungkook irse con sus hombros encorvados y su sola presencia lúgubre. Soltando un último suspiro, abrió su casillero, recordando que no se había despedido de Namjoon. En otro día, volverían juntos a casa. Pero desde la noche que desapareció, en casa no lo habían dejado sacar el coche de nuevo. Era entendible, pero apestaba.

Guardó lo que debía guardar en el casillero, y sacó su mochila, preparándose para partir a casa también. Su abuela le había pedido que llegara temprano para organizar la librería con ella, y no podía faltar.

Sin embargo, un grito le dejó la cabeza en blanco.

—¡¡Jung Hoseok!! —escuchó tras él, haciéndolo brincar y aturdirse. Él no era exactamente temerario, así que dudó en volverse. ¿Qué sucedía? ¿Algún chico quería replicarle por alguna jodida? Que dios lo ayudara.

Se sorprendió al ver una cabellera azul rebotar en el aire hasta él. Sus ojos se ampliaron.

—¿K-Kim Taehyung?

El mencionado, con el rostro enrojecido por el agite y los lentes de montura gruesa algo empañados —parecía que había corrido bastante— lo alcanzó, respirando pesado, y se inclinó en sus rodillas para recuperar el aliento. Hoseok sólo lo miró, extrañado. Contando la noche que subieron a Jungkook a su habitación, esta era la segunda vez en sus vidas que hablaban. ¿Qué quería? ¿Por qué llegaba apenas? ¿No había él faltado a clases ese día?

—¿Qué ocurre? —le preguntó, más curioso que cualquier cosa. El hombre peli-azul respiró hondo, y se incorporó para mirarlo.

Sus ojos brillaban tras el cristal.

—¿Dónde puedo encontrar a Jungkook?


[💥🌹]

La puerta de la oficina se abrió de un golpe, estrujando un par de cajas de cartón que descansaban vacías en el suelo.

—¿Cómo es eso de que te retiras? —espetó el joven que entró disparado. Su cabello marrón se enredó en el aire. El maestro, Kim Seokjin, terminó de sellar una de las cajas con cinta de enmascarar, y lo miró con calma.

Algo en él sabía que esto sucedería, y por eso no podía actuar sorprendido. Apoyó su brazo derecho en la superficie y suspiró, sin abrir la boca.

Kim Namjoon, todo agitado y encrispado desde que había visto el anuncio en la planilla de anuncios, a la entrada —y eso era desde el inicio de la jornada, en la mañana— no pudo concentrarse en absolutamente nada diferente a jodidamente confrontarlo. Ese era el objetivo ahora. Por eso estaba allí.

Enemigo «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora