Corazón roto

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—¿Hola?

—Eres un estúpido.

La línea se quedó en silencio un par de segundos.

—¿Y ahora por qué decidiste llamarme un estúpido a la una de la mañana? —preguntó el hombre tras la línea.

Park Jimin sollozó contra la bocina, caminando apurado, torpe y agitado. La noche fría a principios de otoño calaba más de lo que debería dentro suyo.

Quizás era por su corazón roto.

—¿Jimin?

—Te odio.

—¿Qué sucede?

—¡¡Te odio!!

—¿Puedes parar con eso de una maldita vez y decirme qué sucede? —gruñó, y Jimin, sin detener su paso ansioso y angustiado, alejándose cada vez más de la casa de Kim Taehyung. Sus ojos ardían por las lágrimas retenidas, y sus pulmones dolían por no obtener la cantidad de aire suficiente. Su respiración entrecortada era perceptible para los oídos del hombre peligris que recibía su llamada—. Jimin, joder.

—¿Qué? ¿Qué? —le desafió. Enojado, caminando cada vez menos estable, más pausado, no encontrando como manejar sus piernas y su cabeza al mismo tiempo—. ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué tenías razón? ¿Que en realidad no le importo? ¿Que iba a volver a sus brazos cuando se cansara de mí? ¿Que todo fue mentira?

—Oh, mierda. —musitó el hombre. Se escuchó como se incorporaba.

—Ya, puedes decirlo. —exclamó Jimin, cada vez con la voz más congestionada por el nudo apretado que tenía en su garganta. Sus ojos se humedecieron, y su boca tembló cuando frunció todo el rostro para no permitirse soltar una sola lágrima—. Di que tenías razón. Que me advertiste. Que soy un tonto.

—Jimin.

—¡¿Qué?!

—Jimin, detente.

El mencionado, viendo borroso por las perlas salinas de sus ojos, suspiró con fuerza, obedeciendo. Fue entonces que pudo percibir el temblor de sus rodillas. Su aliento se hizo vapor en el aire.

—Ya me detuve.

—¿Dónde estás?

Jimin miró a su alrededor y exhaló entrecortado.

—No sé. —respondió, cerrando y apretando sus ojos un momento—. Unas cinco calles después de la casa de Taehyung.

—¿Hay algún lugar donde puedas sentarte?

Jimin se sorbió la nariz, y sólo pudo fijarse en el andén de la calle. Apretó el móvil contra su oído.

—Hay... un andén.

—Bien, siéntate ahí.

—¿Por qué?

Oyó que suspiraba.

—Sólo hazlo.

El rubio, con el rostro rojo y el cuerpo débil, caminó hasta salir a la calle, y se dejó caer en el andén. Quizás fue el impulso, o la mala suerte, pero sintió impregnada en su ropa el aroma de Taehyung.

Apretó los dientes, esa vez no logrando evadir las lágrimas. —¿Ahora qué?

—¿Ya te sentaste?

La primera lagrima cayó en la calle pétrea.

—Sí.

—Quédate ahí. Llego en diez minutos.

Enemigo «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora