20.

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Su puerta estaba siendo tocada, Auron ya sabía quién era, así que sin demora dejó lo que estaba haciendo y fue a atenderla.

Habia comenzado a hacer los demás peluches que tenía en mente. Habia terminado de hacer a Luisito y Gustavo.

-¿Quieres salir hoy?-Preguntó Luzu al notar que Auron ya estaba del otro lado de la puerta.

-Claro, hombre.-

Auron salió de casa y fue al pueblo junto a Luzu.

De verdad le debía mucho al castaño, quien desde siempre le ayudó. Más que nadie, Luzu estuvo en todo momento para El. ¿Alguna vez le habia agradecido por todo? Claro que no, siempre habia sido un pesado.

-¿Todo bien?-Pregunto Luzu al notar el silencio de Auron.

-Claro, Luzu. Todo bien.-

-He notado que... ya todo parece ir bien con todos, ¿No?-

-Eso creo.-Respondió sonriendo Auron mientras miraba al frente.

De verdad le alegraba saber que todo estaba volviendo a ser como antes. Pero toda su alegria actual podía ser facilmente rota en un simple momento. Y ese momento había llegado.

Luzu notó que Auron se había detenido al caminar, no entendió la razón hasta que vió al frente.

Eran Vegetta y Rubius. También se habian quedado quietos donde estaban.

-Hombre, Luzu...-Dijo Rubius algo nervioso. Tanto el castaño como el rubio sabían la razón.

El ambiente se llenó de tensión, y nadie sabía exactamente que hacer.

-Rabís, Vege, que bueno verlos...-

Auron quería hablar, pero ninguna palabra salía de su boca. Mientras que Vegetta estaba aguantando las ganas de decir un montón de groserías, solo por Rubius, que le habia rogado que se comportara si eso pasara.

-Bueno, nosotros... vamos a la tienda de ropa, ¡Nos vemos en otra ocasión!-Dijo Luzu tomando a Auron de la mano y caminando rápidamente al frente para ir al lugar dicho.

-Claro, nosotros... también nos vamos.-Dijo Rubius y tambien comenzó a caminar con Vegetta a la dirección contraria.

Las dos parejas cruzaron caminos al querer ir a donde iban, pero Auron sin intención, terminó con su mirada cruzada con la del ojimorado.

Esa mirada... le traía malos recuerdos.

Sí, la habia visto antes.

Rubius y Vegetta siguieron su camino.

Mientras que Luzu y Auron ya casi llegaban a la tienda de ropa.

-Hombre, el ambiente estaba tan tenso que--Luzu se detuvo al hablar cuando miró a Auron. Estaba llorando.

Lagrimas habia soltado sin darse cuenta.

-¿Auron?... ¿Estás...--Fue interrumpido.

-Necesito irme, lo siento, lo siento.-Dijo soltando su mano y llendose de su lado corriendo.

¿A dónde iba? Auron no tenía nada en mente, simplemente lloraba mientras corría, quizás iba a su casa, pero fue hacia el bosque, tomando ese camino para ir a su casa.












Era de noche, Auron ya iba camino a su casa. Había comprado algunas cosas en el pueblo y ahora pensaba ir a su hogar.

Nadie le dirigía la palabra, no habian pasado más de un par de días luego de que fuese liberado de la carcel, de manera condicional.

Al estar fuera de su casa, pensó en comprar algunas cosas para sus pequeños, les habia dejado solos. Probablemente Frederick llenó su habitación de huevos, comenzó a reir ante aquel pensamiento.

Al llegar a casa, se detuvo al ver una figura arriba de su casa. No le veía bien, llevaba un traje, y la oscuridad de la noche le ayudaba a ocultarse.

Pero podía sentir perfectamente su mirada, fría, con odio.

Unos ojos morados.

"Lobo nocturno nunca olvida." Dijo aquella figura con su acento francés.

Luego se fue rápidamente.

Auron no entendía aquello, pero sentía miedo. Algo estaba mal. Algo estaba muy mal.

Su casa tenía uno que otro bloque roto.

Rápidamente abrió la puerta de su casa y corrió hacia su sala.

No escuchaba a su sirena, buscaba aún más y no encontraba a su golem.

Seguía buscando en su casa, pero cada vez se daba cuenta que no estaba nadie.

Sin embargo, al ir frente a su cama, había un cofre junto a un cartel.

"Para la rata de Karmaland."

Abrió el cofre, y comenzó a derramar lagrimas.

Había una amapola, pollo cocinado, unas plumas, escamas de sirena, entre otras cosas.

Salió de su casa y se dió cuenta que su caballo, sus ovejas, sus hipocampos, sus cerdos, incluso sus vacas...

No estaban.

Pero en aquel cofre... estaban todos.

Entró a su casa y cerró la puerta.

Aquella noche, lloró amargamente.

Y su dolor siguió estando por muchos dias, hasta que por fin decidió salir solo para darle un entierro digno a sus pequeños.

Desde ese día, se había vuelto un alma en pena.

El chico del cementerio. [LuzuPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora