Crudos sentimientos

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¿Qué tan lento podía ser un pequeño de mente algo safada?

Lee Hoseok no lo sabía y jamás tendría idea, no en absoluto, así que, mientras su hueca y hundida cabeza, se perdía más en los sentimientos que hace tiempo traía consigo hacia su mejor amigo, sus manos algo curiosas recorrieron algunos dibujos que Minhyuk guardaba en diferentes estanterías repartidas por toda esa enorme habitación.

Un suspiro ahogado invadió sus labios, divisando los finos trazos de lápiz, colores y acuarelas contra las hojas, percibiendo el aroma intacto y presente como la última vez que estuvo allí, detallando el talento que podía tener un chico y las maravillas que podía hacer con creatividad y paciencia.

Wonho se aseguró de mirar todo a su paso, de detallar cada obra maestra frente a sus pequeños y brillantes ojos, su paz estaba siendo mostrada a montones, pero todo ser humano sabe que las cosas pueden cambiar en una milésima de segundo, en el chasquear de tu lengua o de tus dedos.

Un fríolento viento se introdujo en la habitación de repente, tan feroz y salvaje que las cortinas enormes tuvieron un leve movimiento, y detrás de aquel, detrás de ellas, un Lee Minhyuk diferente, apagado, sumido y perdido en sus propios pensamientos hizo aparición por la puerta.

— ¿Los encontraste? ¿Minhyuk? —Un extrañado Wonho pregunto al compás de ese mismo viento.

— ¿A caso fuiste a escribirlos tú mismo o algo por el estilo? —Bromeó para intentar traer a su mejor amigo de vuelta, pero el más joven seguía perdido.

— ¿Minhyuk?, ¿Estás bien?

— Sí, sí, todo bien, no pasó nada, solamente quisiera... Un momento para mí... ¿Puedes?

Quizá era el ver al menor tan molesto, o quizá era el brillar de esos ojos tan grandes y bonitos que le gustaban, Wonho no lo sabía, no sabía el por qué, pero por alguna razón, no captó que Lee Minhyuk necesitaba estar solo.

— ¿Ocurrió algo?

Su blando corazón le llevo a actuar, pero Lee Minhyuk estalló contra el primer imbécil que tuvo enfrente, sin ni siquiera notar el peso de sus palabras.

— Nada que te importe ¿Bien? Sólo vete.

— Pero... Min...

— ¿Qué parte no entiendes de que necesito estar solo? —Repitió, acercándose a la silueta ajena, sólo para arrebatar aquellas pinturas que el mayor poseía.

— Sólo vete... —Incitó a su amigo, colocando el rostro más feroz que alguna vez Lee Hoseok miró. — Por favor.

Y todas las súplicas a deidades, ídolos y de más, no fueron escuchadas, Hoseok quedó mudo y perdido, extrañado y jodido del corazón, no teniendo más remedio que dar pasos sonoros y huecos; pasos sonoros y huecos se escucharon por última vez en aquella habitación, dejando a un Lee Minhyuk con un nudo en el cuello y a un Lee Hoseok con otro en el corazón.

Parecía ser extraño e inusual, aún así, los días pasaron, los días transcurrieron de forma lenta, insólita y aburrida, claro, para dos chicos que se habían acostumbrado a estar juntos la mayor parte de su vida.

Y es que Hoseok no se lo explicaba, pero jamás imagino que ese día, sería el último que vería los ojos brillantes de Lee Minhyuk a escasos centímetros, tocaría esas brillantes hebras o imaginaría acariciar esas enormes manos que nunca podían mantenerse quietas.

Podría decirse, que desde ese acontecimiento tan extraño entre los dos, por alguna razón Minhyuk decidió acabar con todo, decidió ponerle fin a absolutamente todo, no importándole ni una mierda el bienestar de su mejor amigo, no importándole si quiera las memorias que habían creado, los tiempos que habían compartido o las caídas que habían superado juntos, Minhyuk decidió alejarse, sin más, sin dar ni una sola explicación lógica y certera, siendo un asco aunque costará bastante aceptarlo.

Aún así, Wonho seguía igual de consumido por sus sentimientos, pues sí, llevaba ya varios años enamorado de su mejor amigo, viviendo con una sonrisa, pero ocultando su dolor tras las sombras, aparentando ser quien no era sólo para agradarle a los demás y para no perder al único chico que había valido la pena en toda su vida, sin embargo, para su desdicha y su jodida sorpresa, había ocurrido exactamente a lo que por mucho tiempo le temió.

Lee Minhyuk ya no estaba en su vida, de cierto modo había desaparecido, lo había dejado, lo había olvidado, cambiándolo como si sólo de una prenda de vestir se tratase, ignorándolo en la universidad, no contestando sus llamadas y apenas y contestando sus saludos, Minhyuk se había convertido en alguien distinto de la noche a la mañana, alguien sin piedad y sin corazón, algo que, se esperaría que en cualquier humano causase el rendirse, pero Lee Hoseok por el contrario, parecía estar más enamorado de Minhyuk hoy más que nunca, parecía soñar con un futuro juntos al que le veía buen camino, parecía pintar para sí siluetas de ellos juntos y contentos, porque mierda, a pesar de todo, cuando alguien está enamorado de verdad, parece encontrarse con el lado bueno de las cosas casi siempre.

¿Era amor, capricho o una obsesión que se había atenido a sus blandos huesos?

El débil, bonito, carismático y musculoso pelirrosa no lo sabía, no le encontraba si quiera sentido a seguir luchando por algo que no tendría un futuro, pero a pesar de ello lo hacía, y solía despertar día tras noche pensando que quizá recibiría una disculpa de Minhyuk o un "te quiero" por teléfono, solía soñar últimamente y hacerse falsas ilusiones, aquellas que alguna vez Minhyuk terminó -por quebrarlo sin darse cuenta-, en todas esas ocasiones en las que le llamó "amigo".

Lee Hoseok parecía estar perdido y sumido en la locura estos últimos días, pensando siempre en el chico que en soledad o acompañado reía a lo lejos, detallando su pálida piel, sus ojos marrones y los rojizos que eran sus labios últimamente, además, solía detectar aquellas hojeras que Minhyuk cargaba consigo, esas sonrisas falsas que pintaba y lo muerto que parecía al exterior sin que nadie lo notase, nadie más que él.

Era un asco, era una basura, era un completo idiota al alejarlo de esa manera, era un verdadero patán salido de alguna película de villanos de este siglo, pero aún así, después de tantas vueltas y rodeos, Hoseok se hizo a la idea de que nada le quitaría aquella figura que tenía de Minhyuk en su mente, nada lo hizo y nada lo haría, pues aún recordaba sus palabras cuando eran niños, las frases que ambos utilizaron alguna vez.

— No sé por qué te topaste en mi camino, pero estoy aquí para amarte y protegerte.

Susurró un Lee Hoseok de diez años, en el pasado, cogiendo la mano de su compañero y amante de aventuras, sellando una sentencia que ninguno dejaría abierta, creando una promesa que ambos juraron cumplir.

Se amaban, se comprendían, se apoyaban el uno al otro, se complementaban de una manera única que no era de este mundo, y ciertamente, Lee Minhyuk tampoco parecía ser de este mundo, parecía ser el ángel caído de Lee Hoseok, un ángel del cual se enamoró.

Su buena vibra, la paz que transmitía, su peculiar hablar, la manera en la que reía y brillaba por si solo, su bondad, su alegría y la locura de Lee Minhyuk, esas, todas y muchas más fueron las razones para que Hoseok comprendiera que se había enamorado de un hombre, que se había obsesionado con él, que estaba enfermo, que estaba cegado, que daría por él todo sin importar el daño que se causase a sí mismo.

Estaba cegado, estaba enfermo, y continuaba cegado, continuaba enfermo, estaba enamorado de los huesos, el alma, el corazón y la mente de Lee Minhyuk, estaba completamente loco por él, y la locura puede matarte, pero cuando una locura puede ser tu aliada, debes aprovechar la situación.

Hoseok podía soportarlo, y lo soportó durante años, pero últimamente se volvía loco con el comportamiento de Minhyuk, se estaba convirtiendo en una bestia imparable que no podría controlar a sus sentidos, y no podría, no podía, no soportaría ni un día más alejado de su lado, tomando las migajas de un amor y soñando que las cosas cambiarían.

En pocas palabras, Lee Hoseok estaba enfermo de amor, de pasión, de deseo, hasta el puto punto de anhelar tomar esos labios sin aviso, con precisión, sin rodeos e impedimentos.

Lee Hoseok ya no lo soportaba, antes podía conformarse con tocar las manos de Minhyuk, oler su perfume o divisar su sonrisa, pero ahora que no tenía nada, iba a enloquecer, podía hacerlo en cualquier momento.

Estaba harto de vivir así, en las sombras, a penumbra, sintiendo a su corazón latir con tan solo el pasar a su lado del que alguna vez fue su mejor amigo.

Estaba harto, estaba jodido, estaba hasta la mierda de esos crudos sentimientos.

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