Talking to the moon

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Minhyuk soltó el aire de sus pulmones, logrando que los finos cabellos -como telas de seda- que colgaban en su frente, se movieran ligeramente.

- Ya te lo he dicho, lo mejor es que te vayas de casa.

- ¿Yo? ¿Irme? -El delgado cuestionó, recibiendo un firme asentimiento por parte de su madre.- Un chico, que besa a otro chico ¿Eso te parece normal?

- Tu jodida homofobia no me asusta, mamá, pero si me molesta, es mi vida y yo puedo hacer lo que quiera con ella ¿No?

- Ya te lo he dicho, no bajo mi techo.

Min bufó, colocando las últimas prendas color amarillo en su pequeña maleta.

- ¿Tu techo?

- Sí.

- ¿Tuyo?

- Ya te dije que sí.

- ¿Y cuánto te costó? ¿Eh? -Min levantó una ceja, recibiendo un mirar asesino de su madre. - Todo lo que tienes, mamá, todo, absolutamente todo, es gracias a papá, esta decisión incluso le pertenece a papá, él debería echarme, no tú.

El delgado continuó con su trabajo, metiendo en algunas bolsas esas tantas pinturas y dibujos suyos, llevándolos consigo aunque pareciera absurdo.

- Él piensa lo mismo de tí, Minhyuk, por eso no te lo dice directamente, pero quiere que abandones la casa si continúas igual, con ese pensamiento.

- ¿Pensamiento?

Lee Minhyuk suspiró, llevándose ambas manos al rostro, tratando de soportar cada sentimiento y emoción dentro.

- No es un pensamiento, mamá, es la realidad, besé a un chico ¿Y qué si me gusta? ¿Y qué si tengo sentimientos por él? ¿Y qué si lo amo, mamá?

- Entonces te olvidas de nosotros, Minhyuk.

- Bien. - Concluyó el delgado, tomando sus maletas para salir de aquella habitación, tomando las escaleras mientras sus seres queridos se hacían a un lado dejándole pasar. - ¿Entonces esa es tu decisión?

Min paró en la puerta al escuchar el cuestionamiento de su padre, asintiendo, dándole la espalda conforme dos lágrimas traidoras caían por sus ocelos marrones.

- Es mi decisión, papá, y lamento que te duela mi felicidad, pero si mi felicidad es motivo de tu desdicha, prefiero que olvides a tu hijo mayor.

Apenas culminar su discurso dió un solo paso, pero la sangre y el cuerpo se le helaron al escuchar lo siguiente.

- Si cruzas esa puerta, estás muerto para mí, Lee Minhyuk, olvida que alguna vez tuviste una familia y un padre, estudios, dinero y comodidades.

Min sonrió con desdicha, con dolor y algo de agonía que escondía a la perfección, terminando por abrir aquella puerta y salir como si fuese un día casual, como si se dirigiera a la facultad donde tomaba sus clases.

Solo el sonido de la puerta al cerrarse se escuchó, seguido de sus blandas pero sonoras pisadas entre las hojas secas del jardín.

Minhyuk condujo con sus delgadas pero fuertes piernas a cualquier sitio de Seúl, caminando entre cada calle y callejón con valijas en ambas manos, mirando el azul cielo cubierto con nubes esponjosas y tétricas llenas de gotas como en las series o las películas, andando tantos metros como su propio cuerpo, su corazón y su mente pudieran darle, navegando a un sitio que por primera vez era desconocido.

Desorientado, fatigado y con un dolor en el pecho decidió tomar asiento en una pequeña banca frente a un parque, colocando sus pertenencias a un costado mientras la novena llamada entraba en su celular.

- Hoseok.

Leyó, formando un diminuto puchero que se llevó el fuerte viento.

- ¿Cómo pude besarte, Hyung?

Cuestionó para sí, echando sus cabellos oscuros hacia atrás, preguntándolo otra vez.

¿Cómo?

¿Cómo era posible que un par de besos habrían propiciado todo aquello? Cómo era posible que a pesar de todo aún extrañaba esos labios ¿Cómo?

Lee Minhyuk sonrió de repente, entre cerrando sus ojos mientras el sabor, el aroma y el calor de esa noche invadían su alma y cuerpo.

¿Así qué Hoseok lo amaba?
¿Lo amaba de verdad?

Todas las dudas podría resolverlas después, sin embargo, lo que jamás conseguiría sería saber el por qué de la reacción de Yoo Kihyun, el por qué de esos golpes que le dió a su Hyung, el por qué de aquellas palabras y el por qué de esa escena tan digna de película de drama.

Minhyuk tenía bastantes dudas, muchísimas en realidad, pero ahora no encontraría nada, no estando allí, sentado en esa mugrosa banca con las primeras gotas de lluvia cayéndole en la cabeza, impactando contra sus manos, sus mejillas, sus labios, su rostro, brazos, piernas y corazón, no así, no sintiendo que el mundo se volvía mierda a sus espaldas mientras su corazón se estrujaba de a poco.

Su nublada vista topó contra todos los sitios posibles, su nublado mirar por la lluvia y por las lágrimas que corrieron fueron a todos lados, observando como pequeños corrían para ocultarse de la lluvia, como parejas se besaban debajo de esta y aves preciosas agitaban sus alas al compás de ese sonoro sonido, el sonido de cada gota contra el suelo y el rugir del viento contra los árboles.

Perdido.

Lee Minhyuk por primera vez en su vida se sintió harto, perdido, sin saber a donde dirigirse, hacia donde avanzar o ir, sintiendo como su corazón se revolcaba entre el lodo de sus finos zapatos y el como ese latir alocado empeoraba de poco a poco; por primera vez en su corta vida no quiso nada, no quería nada, no más que llorar debajo de la densa lluvia de primavera.

Loco.

¿Realmente estaba loco? Ya no sabía ni qué sentía, qué hacía o qué haría en un futuro.

Desesperado decidió quedarse quieto, mirando el claro cielo que poco a poco se fue tornando oscuro, que con el pasar de las horas dejó ver a una elegante y preciosa esfera, la más hermosa Luna frente a sus ojos, brillante, eterna, a la cual podía platicarle su desdicha sin ser juzgado.

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¿Era acaso pecado enamorarse de un chico?
¿Lo era?

A kilómetros, muy, muy lejos, un pelirrojo se cuestionaba, mirando la misma Luna a través de esas enormes ventanas, brillándole los ojos con el brillo de la enorme esfera, sintiendo un hueco en el pecho, una falta, un dolor, la necesidad de algo y alguien.

Mi querido amor.

- ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué todo es así? Te extraño, te extraño tanto, tanto.

Sus manos, su rostro, su inigualable sonrisa, Yoo Kihyun se descaró por fin, frente a la Luna, escribiendo en una pálida hoja sus sentimientos, dejando que la Luna fuera su cómplice, su única cómplice y compañera, una compañía como lo era la de Minhyuk, brillante pero fría, muy fría.

- Te amo, te amo tanto.

Murmuró Yoo, sobando los golpes que Hoseok le regresó hace una noche.

- Te amo desde el inicio, Lee Minhyuk, te amo aunque fuiste el producto de una traición, debería odiarte, pero no puedo, yo te amo.

Su voz se volvió más baja de repente, su confesión a la Luna se convirtió en un simple susurro, un susurro que nadie escuchaba a las 5:14 de la madrugada.

- Te amo como un loco, pero no podemos estar juntos, jamás podremos.

Negó.

- Te amo, pequeña historia de mi vida.

Finalizó.

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