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Yoongi estaba nervioso, confundido, y asustado.

      Nervioso porque era su quinta entrevista en dos meses y no quería parecer desesperado, aunque lo estaba. Porque no quería arruinarlo como en las otras entrevistas aunque ni siquiera sabía qué hizo a las demás empresas decidir que Yoongi no sería un buen empleado. Porque no quería cagarla aunque tenía la sensación de que iba a llegar tarde, porque era la una menos cuarto y por mucho que moviera la pierna contra el suelo, el metro no iba más rápido.

      Confundido porque esta entrevista había sido lo que había ocupado sus pensamientos durante una semana, cuando lo habían citado hacía ya 16 días y no entendía cómo pudo olvidar lo tan rapido. Había contado los días uno tras otro, nada más había ocupado su mente. Conseguir empleo era algo que llevaba intentando alcanzar prácticamente desde que se graduó en la universidad, pero se había convertido en un reto más difícil de lo que esperaba. Los pasos perfectos que debía seguir para conseguir este trabajo habían ocupado su cabeza durante una semana. Una semana, hasta que lo había olvidado por completo. Y sabía la razón. Sabía que era Seokjin el que había estado en sus pensamientos desde el momento en que llegó. Sabía que durante una semana había vivido para Seokjin, para hacer feliz a Seokjin, para complacer a Seokjin, para proporcionarle cualquier capricho que pudiera manifestar. Se sentía débil y expuesto, de alguna manera. Sabía que no debió haber cedido a esa mala idea de las estrellas. Ahora Seokjin estaba enfermo y él llegaba tarde a su entrevista. Pero algo dentro de él no se arrepientía. Algo dentro de él sabía, y le explicaba a su parte racional que había sido más feliz en estos siete días que en mucho tiempo. Y sabía que la sonrisa de Seokjin, ver su mirada ilusionada, sus ojos brillantes de curiosidad, el sonido que hace cuando comprende algo que hacía un segundo parecía de otro universo para él y poder consolar y librar su mente de los pensamientos tristes que a veces le abordan le había hecho inmensamente feliz. Lo sabía, y por eso estaba asustado.

      Yoongi tenía miedo. Tenía miedo del después. Tenía miedo de qué podría pasar, qué podría sentir si Seokjin volviera. Cuando Seokjin volviera. Seokjin tenía que volver a donde pertenecía, a su hogar, su tiempo, con su familia. Y Yoongi no sabía qué pasaría entonces, no sabía dónde iría esa felicidad que le inundaba el corazón, que había hecho que todo diera igual. Que el frío de la noche invernal de Seúl diera igual, que aquel restaurante tan caro cerca de Daesang diera igual, que su entrevista diera igual tan solo porque Seokjin no podía dormir, y sentía que nunca podría negarle nada  Seokjin. Y tenía tanto, tanto miedo.

       Temía nunca poder decírselo a Seokjin, porque quién sabía cómo iba a reaccionar un chico del siglo XV si tenía a otro chico enamorado de él.

      Enamorado.

      No. Aún no. Yoongi no estaba enamorado. Pero sí muy cerca. Muy cerca de que la mirada ambarina de Seokjin se convirtiera en todo su mundo. Y muy cerca de caer destrozado cuando tuviera que verla por última vez. Y aunque se preguntó por un momento cómo Seokjin podía haberle ganado tan rápidamente, al pensar en su mirada, su voz, la forma en la que deslizaba las palabras por su boca, Yoongi estuvo seguro de que nunca tuvo opción.

       Yoongi no quería despedir estos momentos. No quería que nada cambiase. No quería tener que enfrentarse a Seokjin porque había empezado a enamorarse de él. No quería alejarse de él. Ni siquiera sabía qué sería más doloroso, si que Seokjin le dijera que se alejara de él, que él mismo le mirara a los ojos y le apartara, o tener que verse obligado a soltar su mano para despedirle para siempre, sabiendo que en este tiempo, Seokjin había muerto hacía ya mucho tiempo.

      Yoongi quería quedarse a vivir en estos momentos para siempre, porque nunca había sido tan feliz. Pero incluso así, el miedo le abordaba. Porque no tenía ni la más mínima idea de cómo podía sentirse Seokjin. Y era doloroso pensar en lo mal que debía estarlo pasando, lejos de todo lo que alguna vez le fue conocido. Y supo entonces que era egoísta. Era egoísta pedir a Seokjin, reclamar a Seokjin a su lado. Porque ese no era su sitio y Yoongi tan solo era un idiota que se estaba enamorando de la única persona de la que no se debía enamorar. Y volvía a estar dividido. Dividido entre ser egoísta porque por una vez en su vida quería luchar contra todo lo que le impedía ser feliz, luchar por todo lo que quería; y callar. Callar y dejar a Seokjin en paz, porque Seokjin merecía volver tranquilo y permitirse pensar que todo esto fue una extraña historia que algún día olvidaría o contaría a sus nietos mientras Yoongi sufría en silencio.

Trough The Time °°Yoonjin°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora