Capítulo 5

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POV: Adara

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POV: Adara


Mentiría si dijera que no estaba acojonada. Esto me recordaba al primer día que pisé la isla y me ocurrieron esas cosas inexplicables y terroríficas en la mansión, que solo hacían que mi cuerpo se convulsionara de espanto y la piel se me pusiera de gallina. El ruido de la puerta cesó. Caminé precavida quedándome cerca de la escalera de caracol que daba hacia la segunda planta de la biblioteca. Esperé un minuto, y otros dos más. Y sin más prolongación, subí por la escalera de caracol arrastrando mi mano por la barandilla de roble, llegando a la segunda planta. Quedándome desde una esquina cercana a la escalera de caracol, miré la zona de arriba. No parecía haber nadie. Pero la puerta estaba abierta. Así que alguien la había abierto. Y no creo que a Dan le fueran los juegos estilo el «escondite».

Me acerqué a la puerta tomando el pomo e incliné mi cuerpo hacia afuera mirando un lado del pasillo. Nada. Vacío. Sin rastro de nadie. Al mirar hacia el otro lado vi de refilón un trozo de tela oscuro cruzando la esquina que llevaba al siguiente pasillo. La sangre se me alteró poniéndome más recta que un palo. Oh, mi Dios. Dan no llevaba ropajes oscuros. Y Berenice no me haría esto. Tragué saliva notando los tumbos del corazón golpeándome el pecho. Abrí y cerré las manos hecha un manojo de nervios.

Podría ponerme a gritar en plan película de terror. Y seguro que Dan vendría. Si estaba en la mansión, claro. Y como tenía tan «buena suerte» seguro que no se encontraba en ella. Pero no era una niña que necesitaba protección y estar agarradita a los brazos de un hombre mientras él inspeccionaba la casa.

Así que incauta y temeraria recorrí el pasillo por donde se había ido esa persona; o lo que fuera. Lo crucé deprisa, dispuesta a todo, preparada para lo que viera al cruzarlo. Pero en el otro extremo del pasillo no había nadie. Qué raro. Juraría que había visto a una persona. Pasé por ese pasillo frotándome los brazos al sentir el frío que abrazaba ese espacio. Aquí estaba la Habitación del Rubí. O sea de Berenice. Y no había vuelto por aquí desde que leí su carta.

Su habitación estaba abierta. Esto no me estaba gustando nada.

¿Por qué me tenía que pasar esto cuando Enzo no estaba? Mi suerte crece por momentos. Pensé con ironía. El miedo me apresó. Miré la habitación desde el pasillo, sin entrar. ¿Qué hacía abierta?

Estaba decidida a cerrarla y marcharme a toda prisa hacia abajo. Pero me quedé con la mano en el pomo, sin saber por qué me había entrado el gusanillo de la curiosidad por volver a su interior. Quité la mano del pomo y di un paso al interior. Y los otros dos que me hicieron entrar del todo. La habitación estaba fría, tenue, lúgubre. Como la última vez.

¡PLAM!

Grité del susto girándome al mismo tiempo que veía como la puerta se había cerrado conmigo dentro. Me tiré hacia ella traqueteando el pomo. No podía abrirla.

El deseo de Adara [Deseo Éire #2] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora