El deseo de Adara [Deseo Éire #2] © (+18)

Capítulo 18

POV: Adara

Ese tipo estaba obstruyéndome el paso.

Berenice se agachó rápidamente en el asiento para que el individuo no la viera, dejándome sorprendida.

—¿Qué haces? —dije entre dientes.

—No puede ser —susurró con los ojos desorbitados.

—Para que te escondes si sabes que no puede verte —la miré de reojo y seguí hablando entre dientes para que no se me notara mucho la forma en la que movía mi boca. Aunque creo que de todos modos él me veía perfectamente—. ¿Lo conoces?

—No, no —sacudió la cabeza muy nerviosa y eso me hizo dudar de si me decía la verdad. Se estaba escondiendo de ese tipo del Jaguar, y aunque pareciera absurdo su palidez había aumentado—. Ese hombre no puede estar aquí. Es una persona mala. Aléjalo. Es malo.

Pero qué...

Vi de reojo como ese hombre se bajaba del Jaguar xf y yo hice lo mismo con total desconfianza. Lo miré de arriba abajo disimuladamente.

Sin duda era muy guapo. Muy atractivo. De unos treinta y pico años. Media casi un metro noventa. Parecía tan fuerte, tan musculoso. El típico hombre que le gustaba estar en buena forma yendo seguidamente al gimnasio. Sus ojos eran verdes. Y su cabello marrón y algo alborotado, con una barba de pocos días. Vestía unos vaqueros azules y una camiseta verde.

—¿Puedo ayudarle en algo? —le expresé con amabilidad y algo reticente, apoyada en la puerta por si tenía que volver a meterme. No podía fiarme ni un pelo.

—No se alarme —levantó los brazos con una media sonrisa fijándome que tenía un papel doblado en sus manos—. Soy amigo de Enzo.

Entorné los ojos.

—¿Y es...?

—Burke. Dave Burke.

Lo primero que pasó por mi mente es que se llamaba como el difunto marido de Berenice. Las casualidades del destino. Supuse. Pero al reconocer su apellido —Burke—recordé que Enzo me comentó de él. Era el detective privado.

Su mirada brilló llena de curiosidad mirándome con profundidad.

—Usted debe ser Adara Williams.

—La misma —intenté disimular que estaba bien, sonriéndole. Pero a quien pretendía engañar. Hasta el amigo de Enzo sabía de mi mal estado ante su insistente mirada inquisitiva. Si se me veía a leguas. Pero tal vez no me preguntaba nada porque era un caballero.

—¿Está Enzo? —señaló detrás de mí.

Miré hacia el camino arboleado sin poder evitar enmascararme por la tristeza. Enzo no estaba para visitas. No sé qué tan cercano como amigo era Burke. Pero estaba segura de que Enzo no lo recibiría de buen agrado ahora mismo.