Capítulo 8

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POV: Adara

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POV: Adara


A mi mente le costaba asimilarlo todo. Lo hacía muy lento, porque todo había sucedido inesperadamente. Jamás habría imaginado que Enzo pudiese humillar, callar, doblegar de esa manera a Christopher Leighton. Cada nueva cosa que descubría de él me dejaba más fascinada.

Mi sonrisa no tardó en desdibujarse. Como no, en esta mansión creo que estaban prohibidas las «sonrisas de felicidad». Al llegar al enorme recibidor vi en las escaleras a la señora Leighton. Era la viva imagen de Eve, pero veinticinco años mayor. Su cuerpo estaba envuelto por una bata de satén blanca.

—¡Qué hacen! —vio con asombro y perplejidad como Dan se llevaba en brazos a Eve—. No pueden llevársela. ¡Evelyn!

No le hicimos caso y marchamos hacia la puerta que abrió un guardaespaldas.

—Evelyn, hija —la llamó.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Apreté los dientes y me solté de la mano de Enzo girándome hacia ella. Él no me detuvo. Cosa que le agradecí. Al verme ir hacia ella furiosa, retrocedió tocando el primer escalón de las escaleras, agarrándose a la barandilla.

—¡Dejó de ser su hija desde el mismo momento en que la convirtió en su esclava!

Sofocó un grito de indignación llevándose una mano al pecho.

—Cómo se...

—No —le corté las palabras con dureza—. Cómo se atreve usted.

Levanté la barbilla con desafío.

—Es mi hija —se señaló con orgullo.

Negué con la cabeza viendo lo hipócrita que podía ser.

—Madre no es solo la que pare. Sino la que cuida y cría a su hija con amor y devoción. Y usted, nunca lo ha hecho —eché un paso hacia atrás mirándola de arriba abajo con desprecio. Todo lo que me había aguantado durante años ahora podía soltárselo. Y que a gusto me estaba quedando—. No sé cómo Evelyn que es tan inocente y pura ha podido salir de dos padres corrompidos y sin corazón. Es usted peor que una víbora. Y si existe justicia divina, créame que lo que le espera a usted y a su marido no es nada bueno.

No perdí más el tiempo con esa escoria. Le di la espalda sin mirar cómo se había quedado. Me importaba un comino, la verdad. Enzo no se había movido del sitio, mirando todo, y me tomó de la mano saliendo de ese lugar al que nunca más volveríamos.

En el avión me senté al lado de Evelyn. No había dicho nada desde que habíamos salido de la casa de sus padres.

—Eve, ¿estás bien? ¿Te llevamos al hospital? —la arropé con una manta que Dan me había dado. Toqué su frente. No tenía fiebre, pero estaba helada.

—No, estoy bien. Solo quiero regresar a la isla —expresó con la voz grave y sacudió la cabeza, aturdida—. Es que no me lo creo... soy libre. Lo soy —los ojos le brillaban por las lágrimas de felicidad y libertad.

El deseo de Adara [Deseo Éire #2] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora