Capítulo 21

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POV: Adara

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POV: Adara


Creo que estábamos más de dos días sin salir de la cama —salvo para urgentes necesidades o que Enzo trajera una bandeja de la escasa comida que encontrara en la cocina—, pero sin duda había perdido la noción del tiempo, porque nada del exterior me importaba ahora mismo. Solo me importaba el hombre que me abrazaba como si fuera lo más sagrado de su vida. Enzo me había mostrado su parte más vulnerable. Solo yo lo había visto así. Saber que podía ser tan frágil como un cristal me dolía. Iba a hacer lo que estuviera en mi mano para que no me ocultara más sus sentimientos. Sé que estaba pasando por un momento duro y delicado. La vida nos había unido, y ya no había ningún modo de separarnos. Nadie podrá hacerlo.

No eran más de las doce del mediodía. Nuestros cuerpos estaban entrelazados. Enzo tenía la cabeza sobre mi pecho mientras me acariciaba la mano, justamente en el dedo anular.

—Tenía diez años cuando te vi por primera vez —comenzó en un murmullo. Asomé una sonrisa emocionada y él levantó la cabeza para que nuestros ojos se encontraran—. Eras una mocosa en pañales.

Me hizo reír y acompañó mi risa; alegrándome.

—¿Cuántos meses tenía?

—Siete.

Me cuadraba, pues por esa edad entré al Convento Santa María.

—Mi padre te trajo una noche —me explicó sintiendo su voz llena de amargura—. Mi madre y mi padre se pusieron a discutir por ti durante horas. Y yo estaba contigo.

Levantó su mano y me acarició la mejilla, sintiendo un dulce cosquilleo.

—Me miraste con esos enormes ojos azules tan inocentes y llenos de bondad y sentí la necesidad de protegerte del mundo.

Le sonreí llena de tristeza.

—Pero no me quedé contigo —dije en un mohín.

Suspiró con pesar.

—No. Mi madre y yo lo deseábamos. Pero mi padre al día siguiente te llevó al lugar acordado donde pasarías parte de tu vida —apretó la boca como si lo maldijera por haberme llevado a ese lugar—. Le obligué a que me llevara con él, era una noche de tormenta y yo estaba a su lado en el coche, contigo en mis brazos. Estabas tan asustada que intentaba calmarte poniéndote contra mi pecho. O tú te acurrucabas en el hueco de mi cuello buscando protección. O yo te daba un beso en la frente.

Me embargó la emoción.

—Y a día de hoy sigues haciéndolo. Por eso sentía esa sensación tan cálida cuando lo hacías —le expresé.

Me sonrió.

—Pero no pude protegerte —agachó la cabeza, remordido.

—¿Por qué lo dices?

El deseo de Adara [Deseo Éire #2] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora