Está historia promete envolverte en la vida de un joven talentoso y lleno de guerras internas que intenta superar las heridas que las personas a su alrededor han venido causando desde que tiene memoria. Él es sinónimo de poesía y soledad, su mundo n...
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La mente tiene dones que sólo relucen en momentos de locura—Umbra.
Estoy más que nervioso, es la primera vez que hago algo como esto, o sea, seguir a una banda de chicos malos que me podrían romper los huesos sin miramientos, y no estoy exagerando con mis pensamientos, es real, esos cuatro adolescentes de mi edad no son una broma.
Todos en el instituto los conocen como los chicos malos intocables y a decir verdad ese sobrenombre les queda pintado. Nadie se mete con ellos, él qué se atreva a hacerlo, pues digamos que no les quedan dientes para contarlo.
—Estás más demente que tu madre, Broken —me digo a mi mismo mientras miro al grupo de chicos doblar en una esquina. Por suerte no notaron que los estoy siguiendo—. Pero qué va, ya estás aquí.
Cuando mis padres me echaron de casa, mi madre me dio con un sartén por la espalda mientras me gritaba que yo era una desgracia que tuvo la mala suerte de parir, bastante loca e histérica. Por otro lado mi padre, bueno, él era y seguramente sigue siendo su títere, así que si mamá le decía que me golpeara él simplemente lo hacía sin preguntar ni rechistar.
Una pareja de inútiles y desquiciados es lo que me tocó como padres, pero pudo ser peor, o pudo ser mejor.
—Cómo si tú fueras normal —me río de mí mismo.
La situación es irónica, después de todo podría terminar mal al estar siguiendo a esos chicos, pero no tengo nada mejor que hacer y al parecer soy un poco temerario... O un completo estúpido, aún no me decido.
Mis pasos se detienen frente al edificio, hay dos motocicletas estacionadas y un coche, del local no sale ningún ruido. Parece que dentro no hay nadie, cuando la realidad es que las paredes evitan que el sonido se filtre al exterior. Este lugar se llena en ocasiones, normalmente de adolescentes y personas que no tienen nada que hacer más que beber y pasar el tiempo haciendo nada.
Me gusta eso, pero si mi mente se va más allá, un pensamiento bastante oscuro aparece. Sí alguien está siendo asesinado, nadie se dará cuenta o escuchara gritos de auxilio. Supongo que RunTun tiene sus desventajas. Aunque muchos sólo ven ventajas.
Acomodo la mochila en mi espalda y tomo aire para luego en pocos pasos dirigirme a la entrada del lugar. Cuando mi cuerpo siente el calor del lugar, bastante grande y repleto, una sensación extraña me llena de repente.
No tardo en encontrar una mesa libre, tomo asiento en un sofá pegado a la pared y coloco mis codos sobre la superficie de madera limpia que tiene un cenicero en medio. No demoro en buscar a los cuatro adolescentes. Pasan alrededor de unos minutos y no logro verlos, pero eso cambia cuando los distingo salir de una de las puertas del fondo, lo que logra que me pregunte qué es ese lugar del que acaban de salir.
—Esto es ridículo, ni siquiera conoces a alguien en este lugar —susurro, desanimado.
—Eso puede cambiar, guapo —Doy un salto cuando una mujer toma asiento junto a mi. El aroma de su perfume me deja un tanto hastiado—. ¿Por qué tan solo?
—Eh...yo... —Evito mirar su escote, uno bastante grande—. Solo paso el rato.
—Uh, ¿Y sí pasamos el rato en mi cama? —Trago en seco cuando siento una de sus manos en mi pierna y, como su cuerpo se pega más al mío de forma insinuante—. Prometo que vamos a divertirnos mucho.
Ay, mamá.
—Creo que...que será mejor...
Me callo de golpe cuando veo a un hombre de mala cara aproximarse hasta nosotros.
—Eliza, ¿qué mierda significa esto? —La voz irritada del hombre me tensa de pies a cabeza—. Suelta al mocoso para que pueda hacer puré con su cara.
Perderé los dientes.
—N-No es lo que crees —digo e inmediatamente me suelto de la mujer—. Yo, yo solo y luego ella y entonces yo...
La cara de confusión y molestia del hombre me hace cerrar la boca de golpe, sin embargo, la mujer sin una pizca de miedo o alteración se levanta y toma al tipo del brazo.
—Greg, no seas gruñón, no estábamos haciendo nada malo, solo charlabamos, ¿verdad, guapo?
—En realidad me pediste tener sexo y estaba por rechazarte y entonces él llegó y… —Me cubro los labios al percatarme de mi acción y cuando veo los ojos abiertos de la mujer y los puños cerrados del hombre fornido entiendo que es momento de largarme—. ¡Maldición!
—Voy a matarte pedazo de ba...
Y no me quedo a que termine la frase porque ya me encuentro corriendo como alma que lleva el diablo entre las mesas, lamentablemente mi capacidad física no es la misma que la mental, así que tropiezo con mis pies y caigo de lleno sobre una mesa, maldigo por lo bajo y elevo mi rostro encontrando dos chicos que me miran entre divertidos y burlones.
—Es un bonito día para ser golpeado por Greg —comenta uno a lo que resoplo—. Lo siento chico, no debiste venir aquí.
—Créeme, ahora lo sé.
—¡Ven aquí, mocoso mal parido! —Me quejo cuando una mano me tira con fuerza por la mochila, luego caigo de trasero en el piso—. Voy a romperte la cara, niñato.
Y lo hace, me da un puñetazo que me deja los ojos girando. No tardo en llevarme la mano a mi mandíbula. Duele mucho, tanto que por poco me suelto a llorar.
—Ponte de pie, ¡vamos, pelea como un hombre!
Apenas tengo diecisiete años, no soy un hombre, bueno no uno por completo, aunque tengo pene y eso me hace hombre, mierda no me voy a poner a pensar en eso cuando me quieren moler el rostro.
—Oye, yo solo...no es mi culpa ser sincero —expongo como defensa.
Tengo la boca floja, yo simplemente no puedo evitarlo, soy así y me gusta aunque me traiga problemas en ocasiones, como ahora por ejemplo.
—Me importa una mierda, te dejaré sin un jodido diente, mocoso de porquería.
Suspiro y me pongo de pie, me quito la mochila y la dejo a un lado, ahora puedo notar que muchas personas están prestandonos atención, pero no me importa quedar en ridículo, después de todo ya no tengo oportunidad de huir solo de intentar que no me destroce demasiado porque yo de peleas ni puta idea.
—Bien, golpeame porque yo no sé como dar ni un puñetazo, si eres tan idiota hazlo —Abre la boca para decir algo, pero lo interrumpo—. Golpea a alguien que no tiene cómo defenderse, golpea a un adolescente y siéntete más hombre con eso.
El tipo aprieta la mandíbula con tanta fuerza que por un segundo creo que se le va a partir en dos, luego se relaja y da un paso en mi dirección, me tenso por completo.
—Tienes cinco segundos para salir de este lugar, si te vuelvo a ver te haré picadillo.
Y como tengo los oídos bien desarrollados no espero que me lo repita, salgo del lugar más rápido que flash para salvar mi preciado trasero.
Han pasado tres años desde que no pasaba por una situación como está. Sí, me vivían golpeando en casa, pero esa violencia era soportable porqué estaba acostumbrado, ahora recibir un golpe de un tipo enorme, me dejaría en un hospital. Con mis padres los hospitales estaban prohibidos, por lo que debía sanar por mi cuenta. Nadie más veía mis heridas, y eso me hacía sentir aliviado, nadie se burlaría de mí, nadie sentiría pena por mí, nadie vería lo débil que era y qué sigo siendo.
—Qué patético, Broken —susurro. Camino con lentitud de regreso a mi departamento.