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Otro día sin absolutamente nada interesante que hacer. Eso era exactamente lo que menos me gustaba de estar de vacaciones, que me quedaba en casa plantada como hongo.

Bueno, podría ser peor. Al menos tenía a Dylan, mi mejor amigo desde hacía cuatro años. Lo había conocido cuando se mudó con su madre al vecindario. Nuestras personalidades tan diferentes encajaron muy bien desde el principio y, a partir de entonces, hemos sido inseparables.

Miraba distraídamente algo en mi teléfono cuando Dylan entró con un tazón lleno con las palomitas que él mismo había preparado en la cocina hacía minutos.

—Dime, ¿qué veremos hoy? —preguntó él.

—Estaba pensando en Hechizo de amor.

—¿Esa con Sandra Bullock?

—La misma.

—Bien, estamos listos.

Reproduje la película y Dylan no tardó en acomodarse a mi lado.

—Escuché que los nuevos vecinos están que arden.

Sabía que en cualquier momento él iba a abrir la boca. Dylan no era un muy buen acompañante para ver películas. Nunca se callaba.

—Sólo tú puedes decir eso de "Están que arden". Además, ¿cómo puedes saber tal cosa? Ni siquiera los conoces.

—Todo el mundo habla de ellos. Siento que ya los conozco.

Me reí a causa de su comentario. En realidad, con todo el mundo se refería a la escasa población de Blement. Muy pequeña, por cierto.

—Anoche cenamos en su casa.

Él se giró bruscamente hacia mí y me miró con expresión de sorpresa. Se veía muy raro cuando hacía sus muecas. Dylan era muy expresivo.

—¿Qué? ¿Por qué no me lo contaste? —preguntó, levantando la voz.

—No fue gran cosa, en realidad.

—Yo decidiré si es gran cosa o no. Suelta la sopa. Ahora.

Pausé la película, resignada al hecho de que claramente no la veríamos en ese momento.

Comencé a contarle con lujo de detalles lo sucedido en la noche anterior. No dejé de lado nada, incluso le conté el no tan agradable encuentro con Reid.

Cuando dije su nombre fue inevitable no recordar lo que había visto hacía algunas horas. Su rara e inusual escapada de casa. No sabía por qué pero cada vez que me repetía mentalmente que eso no era asunto mío, mi cabeza me jugaba una mala pasada y se encargaba de recordármelo a cada segundo.

—Quiero saber algo.

—Adelante.

—¿Están guapos? —preguntó Dylan.

—¿Por qué? —pregunté simplemente.

—Solo dime.

—No. Bueno, sí, pero eso no importa —sacudí la cabeza.

—A mí sí.

Dylan era orgullosa y abiertamente bisexual. Le encantarían los Strasser. Sabía que si conocía a mis nuevos vecinos no tardaría mucho en querer relacionarse con ellos.

—Noah y Teresa son agradables, pero Reid...

—¿Reid qué?

—No sé, es raro.

—¿Cómo puedes saber tanto de él? Apenas y lo viste por primera vez ayer.

—Y no me hace falta más para darme cuenta del tipo de persona que es.

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