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Odiaba llorar y mostrarme tan débil como lo estaba haciendo ahora. Lo odiaba con todo mi ser. No quería darle la satisfacción. Sin embargo, no era capaz de reprimir la impotencia que sentía. Fue mayor que todo. No pude contener las lágrimas por más que lo intenté.

—¿Por qué? —pregunté con un nudo en la garganta.

Él no respondió.

—¡¿Por qué?! ¡Mierda! —insistí, perdiendo el control de la situación—. ¿Por qué me haces esto?

Lo empujé hacia atrás y lo golpeé en el pecho. No resolvería nada con eso, lo sabía, pero necesitaba drenar la ira.

—Everly —susurró como si se sintiera mal por todo eso. Como si le doliera. De alguna forma eso me hizo enojar aún más—. Por favor, no hagas las cosas más difíciles de lo que ya son.

—¿Difíciles? —solté una risa seca y carente de gracia—. ¿Para quién? ¿Para ti? ¿Crees que puedes dejarme así como así sin ninguna explicación?

Abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar antes de siquiera pronunciar palabra.

—No merezco esto...

—Tienes razón, tú mereces algo mejor, y es por eso que...

—¡Ni se te ocurra terminar esa maldita oración! ¡No me des esa excusa barata!

—No lo entiendes... —exhaló—. Lo estoy haciendo por ti. Es lo mejor.

—¿Por mí? —chillé—. Esto no es por mí. Lo haces porque eres un maldito cobarde —solté, llevada por una oleada de ira—. Dame una razón válida por la cual ya no quieras estar conmigo y así te juro que lo aceptaré. Te dejaré en paz, solo así.

Él me miró en silencio, y cuando pensé que no diría nada, las palabras brotaron de su boca.

—¿Quieres una razón válida? —preguntó—. De acuerdo, aquí la tienes. Ya no te quiero, Everly. No quiero estar contigo. ¿Lo puedes entender de una vez? Estoy siendo bastante claro.

Quedé sin palabras, el impacto me hizo sentir sofocada. Nunca en mi vida había experimentado un dolor y una decepción como la que estaba sintiendo en ese momento. Me dolió reconocer que siempre fue un engaño.

Me sentía como la mayor ingenua de las ingenuas. Estúpida, estúpida, estúpida.

Todo para Reid fue un simple pasatiempo. Eso fui para él. Un pasatiempo. Un juguete para usar y luego desechar.

Me sorprendía su actitud llena de frialdad, porque, ¿cómo podía una persona elevarte al cielo y al segundo después dejarte caer al vacío sin ningún tipo de piedad? Él no tenía corazón. Lo odiaba, y me odiaba más a mí misma por permitirme sentir tanto por él.

Mi primera reacción fue quitarme el cinturón de seguridad, sacar mis pertenencias de allí y salir. Cerré de un portazo, le dí la espalda y comencé a caminar por la calle de camino a mi casa.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó dando pasos detrás de mí.

—Me voy.

—Sube al auto.

—No.

—Everly...

—¡No me subiré a tu jodido auto, Reid! Déjame en paz.

—No es seguro que vayas sola por la noche así que déjate de tonterías y sube al auto —su voz sonó firme y autoritaria.

Me giré hacia él—: No me iré contigo. Prefiero que me coman los osos.

Él se burló.

—Estoy hablando en serio —dije—. No lo haré. Tendrías que perseguirme.

—No me retes. Te aseguro que lo haré.

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