Capítulo VII

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Ji Hoo estaba simplemente recostado sobre las piernas de Jan Di, sus ojos cansados delataban que lloró por largo rato, pero ahora sólo parecía querer dormir. Ella presionaba sus dos pulgares contra las sienes de él y con el resto de sus dedos masajeaba su cabeza, tratando de disipar su jaqueca; eventualmente se encorvaba para besar su frente con gran ternura, no muy usual en ella.

Él no sabía exactamente cómo ni en qué momento se había enamorado de Jan Di, sólo un día se dio cuenta de que ella era su primer y último pensamiento día tras día y su pecho se llenaba de calor con únicamente pensarla, que sonreía al verla y lo ponía ansioso no tener contacto, pero con que ella le dedicara un "hola" bastaba para tenerlo feliz el resto de su jornada.

Claramente quería casarse con ella, prometer su amor frente sus familias y amigos para nunca separase; quería seguir viéndola crecer, pues seguro se convertiría en una doctora de prestigio, quería que viajaran juntos a todas partes y formar una familia. Y habría pedido su mano desde meses atrás si no hubiera sido por la sombra del Clan y los secretos que él sabía que ella guardaba.

Sería estúpido decir que él jamás había imaginado su boda; aún desde mucho antes de estar con ella ya le gustaba fantasear con la idea; tiempo atrás pasó horas y horas observando las fotografías de Novios que se tomaron para un concurso, deseando que fuera real. Aunque no era muy bueno para imaginar pues no pensaba en grandes detalles, sólo sabía que Jan Di no querría nada ostentoso y, seguramente, no habría demasiada gente; en realidad no le importaba mucho, con estar al lado de ella le bastaba y sobraba, tan sólo quería oírla decir .

Pero ahora...

Las punzadas le atravesaron las sienes otra vez.

Ahora casarse con ella parecía la única forma se salvarle el pellejo. Literalmente.

—¿Te dieron un limite de tiempo...? —susurró Ji Hoo con la voz cansada— Para... casarte conmigo...

—No... —Jan Di bajó la cabeza— es decir, no me dijeron nada así...

—No creo que quieran esperar mucho... —sus ojos estaban enfocando un punto al vacío.

—Ji Hoo... —tragó saliva ruidosamente y su corazón estaba latiendo muy rápido— no pienses en eso ahora, deberíamos...

—¿Cómo no voy a pensar en eso, Jan Di? —replicó agobiado— Si no te casas conmigo te van a matar; sabes que esos cabrones cumplen a rajatabla sus pendejos códigos y sabes que no van a tolerar que te hayas metido a su biblioteca y que resulte y que no eres la heredera de mi madre.

Ella frunció la boca pues él jamás utilizaba ese lenguaje frente a ella y tenía razón, se había acorralado a sí misma, pero por eso no quería que se enterara, porque no quería que le pidiera casarse para salvarle la vida...

—Ya detén esta actitud —Jan Di endureció su tono—; yo te he dicho la verdad pero tú no me la has dicho a mí.

Ji Hoo se incorporó y la miró duramente.

—No me digas que planeabas quedarte con los brazos cruzados —sentenció ella sin que él diera respuesta—; tú has estado planeando enfrentarlos también, ¿crees que no sé que toda tu aventura con ese caníbal tiene algo que ver con esto?

Él resopló fastidiado.

—Cásate conmigo —dijo Jan Di sin ninguna duda en su voz—. Cásate conmigo, Yoon Ji Hoo y acabemos con ellos.

Ji Hoo meneó la cabeza en negación.

—Yo sé que tú crees que podemos ganar —insistió ella—. Si te casas conmigo podremos acercarnos más a ellos.

El libro de la Joya CoreanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora