Capítulo XXIV

101 6 8
                                    

Jae Kyung siguió los pasos de Joon Pyo hasta el estacionamiento subterráneo de la funeraria, él quitó la alarma y los seguros de su auto desde el llavero y unos pasos después, abrió la puerta, se introdujo tras el volante y la azotó para cerrarla. Ella entró en el asiento del copiloto un instante después.

Joon Pyo dejó su cabeza caer hacia atrás en el respaldo, las lágrimas no paraban de brotar de sus ojos y su pecho subía y bajaba irregularmente, aún con la pelea a flor de piel. Pasó sus dedos sobre sus labios varias veces para retirar la sangre

Ella lo miró intensamente por largos segundos, también sus mejillas estaban empapadas en llanto.

—¿Qué? —preguntó Joon Pyo limpiándose los ojos con las mangas de su traje, pero las lágrimas no se detenían con nada —¿Por qué me miras así?

Jae Kyung apretó los labios por un instante y luego contestó.

—Cualquiera que te viera llorar de esa manera por Jan Di, creería que realmente estás enamorado de ella.

—¿Cómo dices? —volteó hacia ella pero no le resistió la mirada más de dos segundos por el dolor que sentía en sus ojos hinchados, se agachó y siguió tallándoselos— Maldita sea, no puedo dejar de llorar —gruñó— ¿Y tú qué me estás reclamando?

Jae Kyung se cruzó de brazos y dirigió la mirada al frente, pero no le contestó.

—Hey... —bufó una risa— No me digas que estás celosa, mono.

—No seas absurdo, por supuesto que no estoy celosa —miró por la ventanilla— y no me llames mono.

—No puedo creerlo, estás celosa —él lanzó una carcajada, aunque por más que secaba sus ojos las lágrimas seguían escapando—. Mono, ¿te parece que estamos en una situación para que te pongas celosa?

—No estoy celosa —ella le lanzó un golpe al hombro— ¿de qué te estás riendo? ¡deja de reírte!

—Hasta tierna te ves haciendo pucheros —se rió pellizcándole la mejilla. Ella se echó a un lado para evitar el contacto— ¿significa que ya me perdonaste?

—¡No me digas que me veo tierna y no, no te he perdonado! —Jae Kyung lo señaló tratando de modular su voz, aun llorando— ¡No te has disculpado conmigo!

—No voy a disculparme por tener la razón —Jun Pyo se tallaba los ojos con desesperación— ¡No puedo dejar de llorar! —hipó entre risa y llanto— Esto está empezando a doler mucho...

—Deja de reírte —exigió ella pegándole otra vez—, no tenemos tiempo para esto, ¿lo lograste o no?

—¿Con quién crees que estás hablando? —sacó una tarjeta blanca que tenía una banda magnética y una serie de números impresos.

Jae Kyung frunció la boca pero no resistió mucho antes de ensanchar su sonrisa.

—Eres bueno —lo felicitó, y ahora ella fue quien extendió su brazo y le dio un amigable golpecito en la barbilla.

—Lo sé.

O0o0o0

Hana abrió los ojos de golpe, sudando frío, confundida y alarmada. Trató de incorporarse pero estaba atada con las manos en la espalda. No sabía cómo había llegado allí, en el duro y helado suelo de concreto de un lugar oscuro, ¿una bodega quizá? No podía ver nada, su visión estaba nublada.

—Hola, Hana —la saludó Woo Bin sentado en una simple silla a un par de metros de ella, tranquilo, apacible y con aire imponente—, comenzaba a preocuparme de que no despertaras.

El libro de la Joya CoreanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora