Capítulo XVIII

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Para la hora del atardecer, Yi Jung ya había despertado y recuperado fuerzas. Le dijo a Joon Pyo de bajar a la cafetería por unos sándwiches. Seo Hyun y Ming probablemente seguían de tienda en tienda.

—¿Ahora qué te pasa? —le preguntó una vez sentados en la mesa con sus respectivas bandejas de comida frente a ellos.

—¿Por qué crees que me pasa algo? —refunfuñó Joon Pyo a la defensiva clavando un tenedor de plástico en su sándwich.

—Porque estás apuñalando la comida y farfullando el nombre de Jae Kyung.

—Eso es mentira —contestó poniendo los ojos en blanco, luego dobló el tenedor y lo rompió.

Yi Jung resopló y dejó el asunto por la paz; suponía que ahora que no iban a morir de hambre ni tenían que dormir bajo un puente, Joon Pyo ya tenía todos sus pensamientos enfocados en repetir mentalmente una y otra vez la entrevista de Jae Kyung; no le extrañaba en lo absoluto que estuviera de malas.

—Ya sé —Joon Pyo golpeó repentinamente su puño contra su palma—, vayamos a beber.

Yi Jung frunció el ceño y soltó su comida.

—¿Qué cosa?

—¿Cuándo fue la última vez que salimos a beber?

—No lo recuerdo —Yi Jung se encogió de hombros, salir a beber era una actividad que había dejado de ser importante años atrás—. Si quieres podemos comprar algo en...

—¡No! —interrumpió tajantemente— Vayamos a un bar.

—Joon Pyo, ¿por qué quieres salir a emborracharte tan repentinamente?

—No nos vamos a emborrachar... mucho —insistió como si se tratase de un niño encaprichado—. Simplemente hemos estado encerrados demasiado tiempo y ahora que ya tenemos algo de dinero deberíamos salir.

Yi Jung torció un poco la boca reticente, se sentía tan incómodo de no saber nada de Ga Eul y la idea de salir a embriagarse no le hacía ninguna gracia... entonces resopló recordándose a sí mismo años atrás y se sintió repentinamente viejo.

—¿Estás seguro? Alguien podría reconocernos.

Se habían cuidado durante meses de estar alejados de cualquier cosa que pudiera llamar la atención, al parecer de Yi Jung, salir de noche a un bar no parecía exactamente muy cuidadoso.

—Estamos en Estocolmo, ¿quién nos va a reconocer? —meneó la mano para restar importancia.

Yi Jung enarcó una ceja; pensaba que en Malmö tenían menos probabilidades de ser reconocidos que en Estocolmo, y aún así, Joon Pyo se negó siempre a concurrir lugares con mucha gente a menos de que fuera totalmente necesario, como cuando fueron a recoger a Seo Hyun a la estación de tren. Ahora, de la nada, quería ir a un bar.

—Mantendremos un perfil bajo —se explicó adivinando lo que Yi Jung estaba pensando—, nadie va a reconocernos, además lo bares son bien oscuros, ni siquiera se nos verá la cara.

—Está bien —accedió simplemente por complacerlo y no porque tuviera deseos de ir—. Podemos ir un rato.

—Genial —Joon Pyo sonrió—. Hay un bar a unas pocas cuadras de aquí. Vamos.

—¿Ahora? —Yi Jung expresó su sorpresa ante las ansias del otro, además de que ya tuviera ubicado un lugar así...

—Pues sí, si no, ¿cuándo? —Joon Pyo giró los ojos—. Pasan de las siete, ya debe estar abierto.

Tratando de poner su mejor cara, Yi Jung siguió a su terco amigo, tratándose de convencer a sí mismo que no había nada mejor que hacer en ese momento y que no pasaría nada. Era cierto que el encierro era sofocante y probablemente le vendría bien cambiar de aires por un par de horas.

El libro de la Joya CoreanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora