Capítulo XXIII

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Ya habían pasado casi diez horas desde que Jan Di había entrado a cirugía, pero se sentía como si llevaran una semana entera en la sala de espera del quirófano. Nadie hablaba, el silencio era sofocante, el olor a hospital los tenía mareados, el tic tac del reloj comenzaba a taladrarles los oídos.

El único que no se había aparecido por el hospital era Woo Bin, él había corrido detrás de la motocicleta que había disparado y no se había comunicado o hecho algún tipo de contacto.

Ji Hoo aún tenía la ropa manchada de sangre, no había querido moverse de donde estaba para ir a cambiarse a pesar de que le informaron que pasaría un largo rato antes de tener alguna noticia. Tenía los ojos cerrados, no quería ver a nadie ni lidiar con nadie, y era evidente la tensión en su mandíbula y en sus puños. No importaba que estuviera inmóvil y silencioso, su perturbación y nerviosismo eran obvios.

Los videos del tiroteo se habían viralizado rápidamente; existían desde todos los ángulos por haber ocurrido en un sitio tan concurrido de gente y las teorías ya estaban a la orden del día; el público no tardó en identificar a Jan Di como la ex prometida de Joon Pyo y nuevamente las redes explotaron con acusaciones hacia el Grupo Shinhwa por la guerra de mafias.

Por momentos, algunos de los yakuza se daban una vuelta, seguramente para evaluar la situación e informársela al Maestro. Todos lo notaron pero se contuvieron de hacer algo al respecto para no causar un alboroto. Era probable que el Maestro no estuviera complacido aún, probablemente no se suponía que Jan Di llegara con vida al hospital, por eso debían tener un extremo cuidado de no irritarlo.

Incluso Joon Pyo mantuvo la compostura ante la presencia de sus enemigos y se limitó a lanzarles miradas de odio. Todo estaba pendiendo de un hilo en ese momento; cualquier movimiento en falso podría ser fatal.

Kathleen Maeng arribó y se dirigió apresuradamente a Ji Hoo...

—Ji Hoo... —le dijo preocupada. Él se levantó de su asiento y la abrazó— ¿Estás bien? Lo siento tanto —apretó su abrazo y le consoló—, no te preocupes, verás como todo estará bien...

Ji Hoo asintió con la cabeza y enterró el rostro en el cabello de ella y le susurró varias cosas al oído que nadie pudo escuchar. Ella, en respuesta, le acariciaba fraternalmente la espalda.

—Todo saldrá bien, hermano —repetía ella constantemente aún abrazándolo—, ya lo verás...

Hasta ese momento, Ji Hoo solamente había hablado con la familia de Jan Di, quienes desde hacía ya un buen rato, esperaban más apartados. En sus rostros se leía que estaban aterrados. Completamente aterrados.

Los minutos seguían transcurriendo en silencio. Ga Eul estaba temblado de nerviosismo mientras Yi Jung apretaba su mano en ánimos.

—Va a estar bien... —se decía Ga Eul a sí misma, porque todo tenía que salir bien, no habían llegado tan lejos como para fracasar en el último momento. No habían hecho tantas cosas ni habrían pasado por tanto como para que todo terminara mal. Sin embargo no podía evitar estar irremediablemente ansiosa y asustada, con ganas de echarse a llorar de la pura inquietud.

Finalmente, la luz que indicaba que había una cirugía en curso se apagó. Todos se levantaron como resortes y se acercaron con cautela a la puerta del quirófano. Instantes después, un médico apareció.

El cirujano era un hombre que rondaba los cincuenta años y aún vestía sus ropas estériles. Él era además el médico en jefe de todo el hospital. Se quitó la gorra, el cubrebocas y los guantes antes de explicar la situación.

—Ha sobrevivido la cirugía —dijo con solemnidad y todos dieron un respiro de alivio—, sin embargo, es pronto para considerarla fuera de peligro. Lamentablemente ambos pulmones fueron perforados y la pérdida de sangre fue masiva. Durante la cirugía entró en paro cardiaco, eso pudo haberle causado daño cerebral, pero no lo sabremos hasta que recupere la conciencia. En estos momentos la estamos trasladando a la unidad de cuidados intensivos. Una vez que terminen de acomodarla podrán pasar de uno en uno. Ahora mismo se encuentra muy débil y debe mantenerse tranquila.

El libro de la Joya CoreanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora