2. ¡Diablos, señoritos!

570 57 180
                                    

—Casette 1, cara B—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Casette 1, cara B—

¡Hola, mi hermoso escuchante! ¿Qué tal todo por la ciudad del drama? Aquí fantástico, por si me lo preguntas.

Well, well, well, tal vez debería comenzar a narrar ya, ¿no crees?

Te lo diré lo más claro posible: ni te atrevas a mencionar lo que pasó en esta cara del casette

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Te lo diré lo más claro posible: ni te atrevas a mencionar lo que pasó en esta cara del casette.

Ni. Se. Te. Ocurra.

Podrían haber sido las cuatro de la madrugada narniana cuando me desperté para ir al baño a mear [(Qué refinada soy, ¿no crees, bebé?)]. Al terminar, creí ver una sombra moviéndose en una esquina del cuarto. 

Me asusté. 

No había ni una sola luz encendida excepto una vela que yo había encendido para no chocarme con nada. Alargué el brazo, medio tembloroso, hacia aquel rincón para cerciorarme que eso solo había sido producto de mi imaginación. 

Oh, pero no lo era.

De detrás de un armario salió una figura que no se podía ver con claridad debido a la larga distancia de la que nos encontramos. Empecé a temblar como una hoja. Mis cuchillos estaban demasiado lejos de mí, yo seguía medio adormilada y la sombra podría atacarme antes de que yo consiguiera agarrar mis armas.

Pareció darse cuenta de ese detalle, porque sonrió maniaticamente y se impulsó para tirarme al suelo en un rápido movimiento que no vi venir.

La vela cayó al suelo con un golpe sordo y se apagó instantáneamente. Edmund pareció despertarse, pero al final se volvió a tumbar como si nada hubiera pasado.

Pienso asesinarte lenta y dolorosamente, Eddie, pensé enfurecida y asustada.

Otras dos sombras salieron de la esquina y se aproximaron a Ed despacio. Me removí como culebra debajo del cuerpo de la primera figura, pero esta me apretó más fuerte. 

Por favor, no, no, no, pensé.

Estaban a unos míseros pasos del chico, cuando él se levantó y alzó la espada-de quién sabe dónde- hasta colocarla en el cuello (creo) de una de las otras figuras.

HONEY, edmund pevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora