3. Casi me da un parraque y Ben Barnes aparece

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—Casette 2, cara A—

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—Casette 2, cara A—

¡Buenos días, estrellitas, la Tierra les dice hola!

Me estoy quedando sin saludos, toma nota.

En fin, la hipotenusa. A lo que iba: narrar la mierda de vida que tengo, sí que sí.

Pero bueno, ¡que empiecen los chingazos!

Pero bueno, ¡que empiecen los chingazos!

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Creí que mi memoria fallaba bastante.

Es decir, lo último que recordaba era a nosotros en el "torrente" (como dije en el casette anterior, era un buen lugar para morir) y después, y sin venir a cuento, estábamos escondidos detrás de troncos observando cuidadosamente y sin querer ser vistos, a aquellos telmarinos que trabajaban arduamente tirando árboles y, si mi vista no fallaba, construir un puente.

Coloqué a Lyss entre Edmund y yo y me puse al lado de varias ramas.

Se empezaron a escuchar relinchos de caballo y más gritos humanos cerca nuestra, por lo que nos apresuramos a escondernos, o al menos a intentarlo.

Todavía me sorprende que no nos hubiera visto nadie.

—Me parece que nos hemos equivocado de camino—dijo con ironía Susan a Peter.

Yo quería gritar un "¡Eso, mamona!" pero luego recordé que estábamos rodeados de enemigos y se me pasó.

Peter no respondió.

Fijé mi vista en un hombre que rozaba los cuarenta, con pelo oscuro, montado sobre un caballo blanco y porte regio.

Solo una palabra me recorrió la mente: Miraz.

Sí, ese cabronazo tío del sensualón príncipe Caspian interpretado por el maravilloso Ben Barnes.

No,no, de solo pensar en ese hombre ya me muero.

'Tas casadas, Elettra, 'tas casada.

Las máquinas que usaban los telmarinos eran extrañas, por lo que no entendí ni jota de lo que servían. Debí haber prestado atención en clase, maldita sea.

HONEY, edmund pevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora