Cap. 119

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Ya había caído la noche y todos se encontraban descansando ya en el albergue de la zona de Japón.
Mas no todos.

Mark, el abuelo y yo nos encontrábamos en la playa, sentados en la arena mirando hacia el cielo estrellado en silencio pero con sonrisas decorando nuestros labios.

No sé explicarlo pero... Estar allí con mi hermano y con el abuelo era un momento que llevaba esperando mucho mucho tiempo, sobre todo desde que entré en el The Little Giants y conocí al abuelo.

Éste se encontraba entre ambos, quedando Mark y yo a los lados de nuestro abuelo. Decir que él estaba allí, con nosotros, es algo que al principio jamás nos habríamos imaginado que podría pasar. Y estábamos ahora juntos. Es cierto, a veces los sueños se cumplen.

-Hay que ver cuánto habéis crecido -habló el abuelo rompiendo el silencio para nada incómodo que se había formado.

-Abuelo, -habló mi hermano- yo siempre había querido conocerte y poder hablar contigo. Bueno, y Carla también -sonreí de lado.

-Yo también -dijo el abuelo y lo miramos.

-Abuelo -sonreímos y él nos pasó sus brazos por los hombros, acercándonos a él.

Ya llevaba bastante tiempo con él, pero todavía me parece increíble y aquel momento se me hacía increíble.

-Ya sabes que los planes de Zoolan Rice habían puesto en peligro mi vida -le dijo en abuelo a mi hermano varios minutos después, ya que yo ya me conocía toda la historia- Pero decidí usar eso en mi favor. Fingí haber muerto en un accidente de tráfico. Cuando me dejaron en Costail, empecé a reunir pruebas de todos los crímenes de Zoolan a lo largo y ancho del mundo que pudiese servir para llevarle a la cárcel. Pero al poco tiempo, toda la información que había reunido perdió su valor porque él se fue ocultando y borrando su rastro. Así que se convirtió en una prueba de resistencia, no te imaginas cuánto llegue llegué a desperarme, pero la gente de Costail me había acogido con los brazos abiertos. Son un pueblo muy generoso, tienen una gran habilidad y confían los unos en los otros que todo corazón. Así que poco a poco me fui enamorando de Costail y de sus gentes. Y poco a poco mis días se fueron haciendo cada vez más interesantes y divertidos y así pasó un año y luego otro y cuando me di cuenta ya habían pasado 40 años -el abuelo se empezó a reír y Mark ladeó la cabeza.

-Jo, abuelo... -dijo Mark negando y me reí por la reacción de mi hermano.

-Os he estado observando desde el principio -nos dijo el abuelo y me miró- Nunca te lo dije, pero siento lo de tu accidente. ¿Acaso pretendías seguir los pasos de tu abuelo? -me oreguntó y los tres reímos- Chicos, os habéis convertido en unos grandes futbolistas.

-Todo gracias a lo que nos fuiste dejando -hablé yo ahora- los cuadernos.

-Me sentía muy emocionado gracias a tus mensajes -habló ahora mi hermano- y por las pistas para nuevas supertécnicas que era como si resonasen directamente en el corazón.

-Y en el momento en el que los dos nos pusimos los pañuelos -hablé yo ahora sonriendo mientrad miraba la cinta atada en mi muñeca izquierda- era como si pudiéramos sentir tu espíritu de lucha.

Dicha cinta que llevaba yo se la había regalado el abuelo a la abuela cuando se conocieron. Tras su muerte, ésta pasó a mamá y ella me la dio nada más nacer. Fui creciendo junto a ella, al igual que Mark de su cinta. Y las historias que nos iban contando del abuelo era como si toda esa fuerza e ilusión que sentíamos se metiera en aquel trozo de tela, sintiendo siempre al abuelo cerca.

-Cada marca de los guantes me contaba que todo lo que me esforzara jamás me fallaría -habló mi hermano Miranda hacia el cuelo- cuando jugaba fútbol, me sentía como si estuvieras detrás de mí, siempre apoyándome.

El delantero de fuego <Axel Blaze>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora