CAPÍTULO 12: Dolorosa verdad

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CAN

Cuando llego al apartamento de Alessia veo mucha sangre en la sala y en esos escasos segundos pensé lo peor, me sentí viviendo una pesadilla, una horrible y maldita pesadilla, de solo pensar de que los hombres de Burak le pudieron haber hecho algo, un vacío en la boca del estómago se hizo presente.

- ¡Registren todo el apartamento! – les grito a mis hombres, mientras llamo a Burak.

- ¡¿Burak dónde carajos está Alessia, donde le tienes?! – espeto furioso con ganas de que me dé respuestas, no permitiré que Burak se salga con la suya, si bien aún quiero vengarme por la muerte de mis padres, no quiero utilizar a Alessia como medio para ese fin, ella no tiene que estar en medio de todo esto.

- No la tengo yo hermano, alguien se nos adelantó. – dice disgustado, y yo no logro comprender nada de lo que está pasando, cómo es posible que tan solo esta mañana fue la más perfecta de mi jodida vida y ahora tan solo unas horas después todo se haya ido al demonio.

- ¡¿Cómo qué alguien se adelantó?! – respondo preocupado pensando en los millones de enemigos que tengo, seria cuestión de horas para que la maten si se enteraron que vine a Italia solo por ella y así quebrarme a mí.

- Sí, eso es lo que te estoy diciendo, cuando llegaron mis hombres Alessia ya no estaba, solo había sangre por toda la sala. – dice Burak

- Escúchame bien Burak, ¡si no encuentro a Alessia o le pasa algo, cualquier cosa, será tu maldita culpa y nunca te lo perdonaré, no seré condescendiente contigo, así que más vale que no me estés mintiendo y que la encuentres! – y cuando termino de gritarle en el teléfono cuelgo dejándolo sin más qué decir.

.....

ALESSIA

Escucho algunos ruidos, pero todo está oscuro y solo, trato con todas mis fuerzas de despertar de esta pesadilla pero mis parpados se sienten cansados y no puedo abrirlos, solo escucho algunas voces cada vez que intento abrir mis ojos.

- Está estable, muy pronto despertará... – escucho a un hombre hablar, trato de decir algo, pero ni mi voz ni mi boca reaccionan.

- Gracias doctor... - escucho otra voz de un hombre, pero esta se escucha más lejana y muy conocida, intento escuchar más, pero otra vez, vuelvo a perder la conciencia.

Se escuchan pasos, poco a poco los royos de luz me van estorbando la vista y entre cierro los ojos para poder ver algo más que esa luz cegadora, intento una vez más ver algo nítido y logro ver un bombillo en el techo, giro mi cabeza hacia la derecha y veo unas máquinas que monitorean mi ritmo cardiaco, sigo con la mirada a donde llevan los montones de cables y unos llevan a mi pecho y otros a mi mano derecha, volteo mi cabeza a la izquierda y veo una mesita de noche y una silla, al lado de la silla hay una puerta.

Rápidamente logro ver que no estoy en un hospital sino en un cuarto normal y ahí me empiezo a asustar, cuando logro mover los pies me quito los millones de cables que están pegados en mi cuerpo y deposito mis pies descalzos en el frio suelo, en ese instante un dolor en la parte de mi abdomen se hace presente, bajo la mirada subo mi blusa y veo que el lugar de mi dolor tiene un vendaje.

- Perdiste el bazo. – cuando escucho esa voz de hombre me tenso y tengo miedo de ver de quién se trata, pero subo la mirada y él está parado en el marco de la puerta con los brazos cruzados en el pecho.

- ¿Pa... papá? – tartamudeo por la incredulidad de ver a mi padre frente a mi después de no haberlo visto en casi 7 años, ese señor de alta estatura cabello negro, ojos café y acuerpado pensé que nunca jamás lo volvería a ver, cuando mi madre murió no estaba mucho tiempo conmigo y cuando más lo necesitaba solo se fue dejándome con mis abuelos, lo último que supe de él es que estaba en New york por una carta que me mandó. – ¿qué haces aquí? ¿qué hago aquí, dónde estoy? dónde está Anna, ella...ella... - pregunto sin parar muy confundida y agobiada, mi papá se acerca a mi y se sienta en la silla que está a unos escasos pasos de la puerta.

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