Capítulo 16

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Desperté desorientado, mirando a mi alrededor.

Estaba en mi habitación.

—Veo que ya has despertado, voy a avisar a tus padres. —se levantó Lea, debió quedarse a vigilarme por la noche.

La agarré de la muñeca, impidiendo que fuese a por ellos.

—No vayas, acabo de despertar y no tengo ganas de soportar regañinas ni nada por el estilo. —me senté y pasé las manos por mi cara.

Ella se volvió a sentar a mi lado.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó apoyando su cabeza en uno de sus puños.

—Jodido —musité.

Todavía estaba atontado de las pastillas.

—¿De verdad la viste? —inquirió temerosa.

—¿También temes que me esté volviendo loco? —hago una pausa y la miro— Tranquila, ya me he acostumbrado, hasta yo lo pienso.

Me mira seria, indicándome que quería que le respondiese.

Suspiré.

—Sí, la vi y la oí hablarme. —contesté a su pregunta.

Sé lo incómodo y hasta doloroso que puede estar siendo para ella escucharme decirlo.

—¿Te molesta si pregunto?

Negué.

—Aprovecha que estoy medio drogado. —medio sonreí.

—¿Te ha pasado antes? Ayer tus padres hablaban de una recaída...

Estaba jodido si mis padres ya pensaban eso.

—Sí. Empezó después de la muerte de Ada, no pude superarlo. La veía por todas partes, e incluso la podía escuchar hablándome, como si siguiese conmigo —susurré— . Estuve así una buena temporada, sin decírselo a nadie, claro está. Me iban a tomar por loco. Pero mi familia no tardó en darse cuenta de que algo no iba bien, no hablaba casi nada, ni comía, solo quería estar solo en el cementerio, delante de su tumba. Al principio pensaron que era mi manera de superar su pérdida —mi mirada estaba perdida en una de las paredes de mi habitación, y mi voz parecía un susurro— . En cuanto supieron algo de como estaba me mandaron a una especie de tratamiento. Hasta intentaron mandarme a un loquero. Me drogaron a base de pastillas, que hacían que Ada desapareciese por un rato. Hasta que con ayuda de un psicólogo de la manada pude empezar a sobrellevarlo. En cuanto dejé de verla, me prometí no volver a su tumba. Sería demasiado doloroso y temía que todo volviese. Después, mi padre me dio el puesto de Alfa, ya estaba mejor y el trabajo podría ayudar. Desde entonces solo he visitado su tumba en una ocasión, en el entierro de Carlos.

Lea escuchó con atención todo lo que le estaba contando. Podía sentir la compasión que sentía hacia mí.

—¿Y qué ha podido desencadenar el que la vuelvas a ver?

—Esta vez es diferente Lea, la sentí de otra manera, era mucho más real.

—Puede que sea la presión y el estrés del tema del brujo, el ataque a tu padre, el que tu sufriste, la muerte de Carlos, su asesino y el nombramiento.

La puerta se abrió, dejando ver a mi hermana.

—¿Estás mejor? —preguntó mientras entraba con una bandeja de desayuno.
Lea se levantó y nos dejó solos.

—¿Tenéis miedo de que vuelva a pasar, ¿no? —la miré directamente a los ojos.

En su mirada pude ver ese dolor reflejado, el que sintió al verme así.

La sombra del Alfa |Mamm2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora