Capítulo 5

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Doy vueltas alrededor de mi despacho.

En cualquier momento voy a estallar, necesito salir de aquí, estoy harto de estar aquí metido.

Sin pensármelo mucho más abro la puerta y salgo disparado por ella. Me encuento a mi madre en el camino.

—Nico, cariño, ¿A dónde vas? Tienes unas reuniones dentro de poco. —me mira frunciendo el ceño— ¿Qué te pasa? —me sujeta por el antebrazo para detenerme.

Me paro en seco y la miro a los ojos.

—Necesito salir un rato. Llevo días metido en el estúpido despacho y siento que como no salga voy a acabar matando a alguien. —siento como al principio lo digo con rabia, pero consigo hablar normal, mi madre no tiene culpa y no se merece que le hable así.

—¿Vas al bosque a transformarte? —cuestiona a lo que yo asiento— Está bien, te prepararé algo bien fresquito para cuando vuelvas. —se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.

Esto me hace recordar a cuando era niño y me daban pequeños ataques de rabia. Siempre hacía lo mismo.

Asiento y salgo.

Me dirjo al bosque lo más rápido que puedo, deseando dejar libre a mi forma de lobo.

Antes de darme cuenta siento la tierra fresca en mis patas y la brisa golpeando contra mi pelaje. Como lo añoraba. Mi lobo de color gris oscuro corre a través del bosque, cansándome y relajándome al mismo tiempo.

Llevo días dándole vueltas al tema de los cultivos y enfermedades. La manada está teniendo problemas para cultivar y abastecerse, además de unos virus que están haciendo que muchos estén al borde de la muerte. Tengo que encontrar la manera de arreglarlo, ya que es de ahí dónde todos comemos cuando no podemos estar de caza, y no conseguimos ir a cazar tanto como nos gustaría.

Los lobos no saben que hacer, y como sigamos así nos moriremos y quedaremos sin cultivos.

Decido pararme cerca de un riachuelo. Por suerte ya estoy más tranquilo.

Si tan solo supiera el por qué no se mantiene el sembrado...
De repente una idea me abofeteó.
Creo recordar que cerca de aquí vivían unos brujos, magos o hechiceros. Realmente lo desconozco, pero sean lo que sean pueden ayudarnos.

¿Quién diría que voy a recurrir a magia?

Me cuesta algo encontrar la casa, en cuanto llego a la puerta, la golpeo. Se abre y aparece un señor.

—Adelante, joven. —se adentra en la vivienda dejando la puerta entreabierta, así que paso.

—Verá, vengo porque necesito... —comienzo a decir, pero me corta a la vez que hace un movimiento con la mano.

—Ya sé por qué estás aquí; tu manada está enferma y necesita los cultivos, con los que tenéis problemas para la labranza.

Asiento.

—¿Puede ayudarnos? —pregunto esperanzado.

Me muestra unos tubos de plástico.
—Sí, pero como ya sabrás, hay un precio a pagar por la magia.

—Sin problemas, ¿Qué necesita? ¿Dinero? ¿Que cazemos algo?

Niega.

—No, nada de eso. A cambio de los remedios para tu manada quiero a tu hermana Jade.

Abro los ojos, sorprendido.

—De eso ni hablar, mi hermana no es una opción, no es ningún jodido objeto con el que comerciar.

La sombra del Alfa |Mamm2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora