Capítulo 5

30 2 0
                                    

—Llama a Rubius; esto va a ser guerra.—susurró Willy.

—Voy con vosotros.—dijo Alexby, saliendo detrás de ellos.

—No vamos a hacer nada, en realidad—mintió Fargan.

—Y aunque lo hiciéramos, yo no colaboro con policía que abusa de poder.—espetó el albino, sin mirar al otro.

—¿Perdona? Soy el único que hace bien su puto trabajo en Karmaland, que tú vayas explotando casas y robando me obliga a cumplir. Además, no me fio de Auron una mierda, así que voy a ver a Luzu con o sin vosotros.—Alex se cruzó de brazos, tratando de volver a recuperar su paciencia. Y luego pedían ayuda. El casco blanco que llevaba no dejaba ver más que sus ojos azul marino, desafiantes, y una línea que le cruzaba su ojo izquierdo hasta que desaparecía en el pelo o por la mejilla, que esa misma línea azul también llevaba en el casco. Vestía el típico uniforme de policía, y su piel tostada por el sol apenas se podía ver salvo en sus brazos.

—Rubius no va a contestar hasta por la noche. Podríamos ir con él.—dijo el de la máscara de búho.

—Vale, pero primero voy a arreglar mi huerto, que me lo explotan todos los días y nadie hace nada.—cedió Willy finalmente. Pero alguien se había adelantado.

—Luzu, soy Auron, abre.—gritó el alcalde, golpeando la puerta de metal oxidado que tenía el otro en su muralla. Unos segundos después, el dueño abrió las puertas, emocionado. Al ver a alguien al lado de su amigo, se quedó mirándolo, desconcertado. El dolor de cabeza volvió.

—¿A quién traes contigo?

—A mi nueva mano derecha, Lolito. Parece tan buena persona ahora que ni lo has reconocido, ¿eh?—disimuló el juez, mirando fijamente a Luzu, amenazante.

Pero Lolito no era tonto; algo iba mal y creía saber lo que era.

—Parece que tienes mejor aspecto. Auron había dicho que estabas malo y nos habíamos asustado todos.

—Ah... sí, me encuentro mejor, gracias. ¿A qué habéis venido?

—Lolito, ¿te quedas aquí un momento? Le digo lo de Willy y vuelvo.—pidió el alcalde; en realidad, Lolito no iba a tener más remedio, así que asintió. Lo escucharía a escondidas si eso.

Una vez dentro, Luzu habló primero.

—¿Por qué he tenido que fingir que conocía a ese tal Lolito? ¿Cómo nos llevamos?

—Es mejor que no lo sepa nadie; son todos unos ratas aprovechados, podrían abusar de que no te acuerdas de nada, y no quiero que nadie te haga daño, mi niño.

—Te lo agradezco, Auron...—se ablandó el primero enseguida.

—Había venido a decirte sobre tu nueva mano derecha en la alcaldía; tienes un muy buen amigo llamado Willy, que es casi tan trozo de pan como tú. Lo he llamado edil porque creo que es lo que habrías hecho tú.

—¿Y cómo es? Para reconocerle.

—Ah, sí. Willy... tiene el pelo blanco, y suele ir de verde.

Luzu dio un respingo.

—¡Auron! ¿Puedes señalarlo aquí mejor?—pidió, guiándolo a donde él tenía las fotos de todos en la pared.

—Anda, ya ni me acordaba yo de esto...—murmuró el otro.

—¿Quién es Willy de todos estos?—preguntó el amnésico, señalando con los brazos todas las fotos.

—Este es Willy.—dijo Auron, señalando a la segunda foto por la izquierda: un chico de media estatura y pelo blanco brillante; vestido con una boina y camisa abierta de color verde oliva. Debajo de esta última, una camiseta lisa amarilla y unos pantalones cargo marrones, acompañados de unas botas de montaña negras.

—¿Y el res—Auron le señaló el móvil y se excusó con la mano a atender la llamada, dejando a su amigo con la palabra en la boca.

Tras unos minutos, el del mechón naranja se despidió, diciendo que le llamaban de la clínica; había un paciente de urgencia.

—¿Eres médico?

—Médico, psicólogo, juez, alcalde...sí. Soy muchas cosas.—dijo, guiñando un ojo.

Luzu se despidió desde la puerta de la casa, un poco decepcionado.

Al menos ya conocía de nuevo en persona a dos de los ocho héroes del pueblo. ¿Y por qué no estaba Auron en la foto pero sí un ser de lava? Tendría que preguntarle luego.


Mientras trabajaba en el huerto, la puerta de hierro se abrió, alarmando al chico. Se remangó la sudadera, nervioso por tener que defenderse.

Para su sorpresa, una chica, de pelo rubio decorado con una corona de flores rojas y blancas y una sudadera con patrones de los mismos colores caminaba tranquilamente hacia la puerta de la casa en sí.

—Perdona.—llamó el chico. Ella le miró, y sus ojos avellana se iluminaron de felicidad.

—¡Luzu! Perdón por haber tardado tanto, Akira nos invitó a merendar.—se acercó ella, sonriente.

A él le dio un vuelco el corazón, y cada vez empezaba a latir más deprisa; sus mejillas adoptaron un tono rojizo. El dolor de cabeza volvió más fuerte que nunca.

—Eh... perdón por esto, pero—ella le miró, desconcertada—el doctor Auron me dijo esta mañana al despertarme que había perdido la memoria, y ya no puedo reconocer a nadie.

—Entonces... ¿no sabes quién soy?—Luzu negó con la cabeza.

Ella suspiró con tristeza.

—Soy Lana, tu esposa.

—¿E-esposa?—el corazón del chico se volvió completamente loco.

—Se me va a hacer difícil, pero... ¿quieres que nos conozcamos de nuevo?

—Si no te importa...

—Claro que no; no es tu culpa.—dijo Lana dulcemente.

ℝ𝕖𝕒𝕔𝕔𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora