Capítulo 30.

20 3 0
                                    

Luzu levantó la mirada al escuchar más pasos acercarse.

El corazón le dio un vuelco al ver los ojos café de su amigo.

—¡Auron! ¡Auron, gracias a los Dioses que estás aquí!—dijo con la voz ronca, con los ojos cristalizados, a punto de llorar a moco tendido.

—¡Luzu! Espera, si logro adivinar—se escuchó una explosión al otro lado de la puerta. La parte de la pared que tenía el panel de código se desprendió, dejando ver a Auron levantándose a duras penas.

—Mierda, ya no sé cómo abrir la puerta.

—Auron, gracias por encontrarme... gracias, gracias...—sollozó el otro, cogiendo las muñecas de su preciado amigo con fuerza, como si tuviera miedo de que fuera a desaparecer de su lado otra vez.

El juez también le cogió de las manos a través del agujero de la pared y le miró fijamente a los ojos.

—Te sacaré de aquí, mi niño. En cuando sepa cómo derribar la puerta, no dejaré que nadie te toque nunca más.—aseguró.

—Por favor, date prisa, Auronsito.—apretó las manos.

Se quedaron callados un momento, mirándose. Auron le soltó una mano para apartarse el flequillo de la cara y acariciar las marcas de lágrimas que se le habían quedado en la cara.

—Volveré a por ti.—y se fue corriendo por donde había venido, sin mirar atrás.


Y allí esperó sentado; el amanecer llegó; cayó la noche.


Había pasado un día y no había oído a nadie.


Pasó otro día completo. El chico apenas tenía alimentos.


Al tercer día, se negaba a perder la esperanza. Jugaba todo el rato con su flequillo, recordándose la mirada y palabras de su salvador, que iba a salir de allí.


Cuando llegó el mediodía, el cansancio de estar dos días en vela lo venció y se quedó dormido sobre el frío suelo de piedra de aquella celda, sin más compañía que un váter que había allí.

—No podemos tío, tenemos una misión. Lo siento.—dijo WIlly.

—Mañana podemos.—aseguró el búho.

—Da igual, iremos nosotros.—resopló Vegetta.

Y ambos hermanos oscuros se fueron.

—Vamos a tener que ser nosotros dos buscando.—suspiró Alex, molesto.

—Esta noche nos vemos en las escaleras de Luzu, al atardecer.

—Vale, allí te espero.

ℝ𝕖𝕒𝕔𝕔𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora