Capítulo 8.

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Al día siguiente, Lolito andaba tranquilo por el pueblo.

Tranquilo, hasta que vio a Alexby y Fargan frente a las escaleras de Luzu, del que nadie aparte de su alcalde tenía información.

—Yepaaa, ¿qué hacéis gente?—preguntó, acercándose.

—Hombre, Lolaito. Íbamos a visitar a Luzu, para ver si está mejor.—respondió Alex, contento. Fargan saludó con la mano. Este último llevaba puesto una camiseta de cuello alto de color beige remangada hasta los codos, con un chaleco con una capucha rodeada de pelo sintético de un marrón más oscuro y unos pantalones hasta la mitad del gemelo de cuadros rojos y negros. Lo adornaba un cinturón y unas botas de montaña marrón oscuro. El primero llevaba todavía el uniforme azul marino de policía de siempre, con sus botas negras que daban velocidad extra.

—Me apunto. ¿A qué esperamos?

—A casi que todo el mundo.—y ya iban tarde todos.

—Esto qué es, ¿fiesta en casa de Luzu?—rió el del pelo naranja.

—Oye, ya poniéndonos serios, creo que voy a abrir una investigación.

—¿Sobre el qué?

—Sobre todo esto de Luzu malo. Huele a falso.—dijo el comisario.

Willy y Vegetta se unieron al grupo. Vegetta iba con el pecho típicamente al descubierto y sus pantalones largos morado intenso y sus botas blancas.

Mientras, Auron bajaba las escaleras en dirección a ellos, vestido con su bata, guantes y gafas de médico; debajo llevaba su típica sudadera blanca, zapatos naranjas y vaqueros. Al llegar al grupo, explicó antes de que los otros hablaran siquiera.

—Luzu tiene una enfermedad contagiosa, no podéis pasar.

—¿Y tu mascarilla?

—La tiré a la lava al salir.

—¿Nos vas a dar a nosotros?

—No. Hablar con Luzu no es de primera necesidad.

—¿Y por qué no contesta al móvil tampoco?

—Yo tengo su móvil; lo estoy desinfectando en la clínica.—y se fue, seguido de su mano derecha.

—¿Tiene la misma enfermedad que yo tenía por algún casual?—el otro asintió—Menudo capullo eres. ¿Y le has dado la poción que me diste a mí?

—En resumen, sí. Pero no se lo cuentes a nadie, ¿eh?

—No, no. ¡Alaísimo, alcalde!—gritó el pelinaranja, emocionado.

Auron se paró en seco.

—Se me ha olvidado anunciar los impuestos, joder.

—Ahora los hacemos juntos. Y yo gratis, ¿eh, Auron?

—Obviamente; qué menos que darte inmunidad, Lolito.

ℝ𝕖𝕒𝕔𝕔𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora