Capítulo 29.

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Vegetta apareció unos minutos después, hecho una furia.

—¿Qué has hecho para estar ahí metido?

—Lo pillaron siendo de la Hermandad Oscura en el juicio.—dijo Alexby.

—Hay que ser tonto, chaval.—susupiró el otro—¿Hasta cuándo?

Rubius susurró algo que nadie llegó a escuchar.

—No te escucho.

—Indefinidamente.—dijo Mangel, detrás del oso. Vegetta se aguantó las ganas de gritarle.

—¿Y Mangel está dentro por?

—Ser ex-miembro de la Hermandad Oscura.—dijo el comisario otra vez.

—¿Y eso de Auron extorsionando?

—Estás chocheando ya, eh Vegetta... A ver, Auron descubrió eso de Mangel y amenazó con contarlo si él no secuestraba a Luzu. Pero hace unos días alguien se llevó a Luzu, y Auron lo ha llevado a juicio, descubriéndome a mí.

Vegetta se pasó las manos por el pelo, mirando a todos lados.

—¿Y qué hago?

—¡Acúsalo, no sé! ¡Algo!—dijo el del gorro, desesperado.

—¡Con un testimonio no basta, cabezón!—gritó el otro.

—Podemos acusarle de darle la poción a Luzu.

—¿Eso será suficiente?—nadie respondió.

—Es que ser de la Hermandad Oscura es el peor delito.—suspiró Alex.

—Significa que habéis secuestrado tres mascotas, puesto bombas, reventado el molino, robado, torturado, explotado casas...—dijo el de los ojos morados, mirando fijamente al de los ojos verdes.

—Vale, pero no hemos secuestrado a nadie humano.—se defendió el último.

—Creo que será mejor encontrar primero a Luzu. Vegetta, ¿esta noche planeamos cómo ir por las minas?—invitó Alexby. Vegetta asintió.

—Antes de que os vayáis.—pidió de pronto Mangel.—Tened cuidado. Lolito no es él mismo. Él... me traicionó en el juicio.

—¿Lolito te vendió? Eso no suena para nada a él.

—Vigilad vuestras espaldas, están por todas partes.—pidió Rubius esta vez.

—Claro que sí. Os sacaremos de aquí, Doblas.

El ladrón francés cogió las mejillas del oso como pudo entre los barrotes y posó sus labios sobre la frente de este. Tras unos segundos, se separó de él y soltó suavemente su cara. Dio media vuelta y se alejó con Alexby, despidiéndose con la mano. Rubius se quedó callado, con una mano en una de las mejillas, donde habían estado las de Vegetta.

ℝ𝕖𝕒𝕔𝕔𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora