Capítulo 6.

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—¿Has vuelto ya?—Auron miró sorprendido a Mónica, su esposa, que estaba tirada en el sofá de cualquier manera. Tenía el pelo liso y negro con reflejos azules cayendo por sus hombros y caderas. Sus ojos azul cobalto y la corona de oro en su cabeza relucían con la luz del atardecer. Vestía un vestido simple de color crema y un cinturón igual que el adorno en su cabeza.

—Un día sin duda agradable.

—Hostia, eso significa...—murmuró él para sí.

—¿Ya estás con tus planes? ¿Qué vas a hacer ahora?—ella le miró con su mirada fría tan frecuente—tienes que dejar a la gente vivir tranquila.

—Tarde.

—¿A qué quieres llegar?

El hecho de no saber lo que iba a pasar la ponía nerviosa. En el fondo tenía miedo de las consecuencias; uno de sus planes anteriores había sido acabar con toda su descendencia para que Lolito no pudiera tener control sobre él. Ella se quería negar en rotundo, pero eso no le paró ni un segundo.

—Sabes que me gusta tener todo bajo control.—y él se volvió a ir.


La noche cayó en Karmaland; en la oscuridad, tres figuras volvían a reunirse, aunque esta vez no estaban tan solos como ellos pensaban.

—¿Qué ha pasado para esta reunión urgente?—preguntó Rubius, revolviéndose en la silla. Se sentía algo incómodo.

—Se supone que Luzu ha nombrado mano derecha a Willy.—suspiró Fargan.

—¿A Willy? Yo me habría esperado a Alex o a Vegetta.

—Yo creo que Auron me ha intentado gastar una broma para restregarme que es alcalde y yo no. Además, ni siquiera pudimos ver a Luzu con lo de mi huerto.—El albino se pasó los dedos por el pelo, con la máscara aún puesta.

—No sé qué trama, pero es serio. Ahora mismo puede hacer lo que le salga de la mismísima polla.—escupió el oso, molesto.

—Él siempre hacía lo que quería desde que llegó.—resopló el líder.

—A ver, al menos tenemos algo de poder en el gobierno, ¿no?

—Qué va, Fargan. Auron no me escucharía, y Luzu está de baja.

Se quedaron en silencio, pensativos. Entonces, Fargan habló.

—¿Nos han estado escuchando todo este tiempo, verdad?—los otros asintieron.

Buscaron con la mirada al intruso, hasta que Rubius casi se cae de la silla. De una esquina asomaba una bota negra con pelo en la parte superior.

Todos se levantaron, y el recién descubierto entró en el rango de las luces rojas, provocando que los hermanos se tensaran; especialmente el oso. Una máscara de lobo que sólo dejaba el pelo y los ojos al descubierto; un mono negro con parches de pelo en el pecho, una capa corta con el cuello a rebosar de pelo gris, guantes blancos , y un cinturón lleno de herramientas. Aquel era el intruso que estaban buscando.

—¿A qué has venido, Lobo Nocturno?—dijo Willy, descontento.

—Participar.—dijo el tal Lobo, con un acento francés.

ℝ𝕖𝕒𝕔𝕔𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora