dieciocho

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Entro en Las Encinas con la cabeza gacha

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Entro en Las Encinas con la cabeza gacha. He venido en el auto con mi madre porque ambas estamos dolidas y enojadas con mi padre. Antes de bajarme del auto, habíamos conversado:

–Hey, no debéis pelear por mi culpa. —Ella suspiró con las manos apretando el volante.

–Se ha pasado. No debió golpearte. Siempre dijimos que los golpes no resuelven nada, no es una forma de educar. —Podía ver las lágrimas cayendo por sus mejillas.

–No, por favor, no llores. —Rodeó con mis brazos su cuello y la atraigo hasta mi. Ella apoya su frente contra mi hombro y solloza.

–Lo siento tanto. —Niego con la cabeza mientras ella sigue pidiendo perdón.

–No, ma. No es tu culpa. —Ella se separa y acaricia la zona colorida de mi rostro, es un color entre rojo y morado.

–Claro que sí, debi haber impedido esa discusión. Debi haber hecho algo antes.

–No te preocupes, ya paso. No hay nada que podamos cambiar.

Ella asintió y se alejó para volver a poner sus manos con fuerza sobre el volante y mirar hacia el frente. Frunzo los labios algo indecisa, quizás no debería ir al colegio hoy.

–Vale, anda. Verás que todo estará bien. —Ella me mira con sus ojos azules brillantes.

–Vale, te amo.

–Yo también. —Ella sonríe y decido bajar del coche.

Camino por el gran pasillo directo a mi locker. Guardo un par de libros y suspiro antes de cerrar la puerta de metal y caminar al salón aún con la cabeza gacha.

Entro y puedo suponer que hay varios compañeros ya dentro esperando, pero no les doy atención y camino hasta mi asiento. Dejo mi bolso en suelo a un lado de mis pies y juego con los dedos de mis manos sobre la mesa. Unos minutos más tarde, el resto de los estudiantes entran, entre ellos Ander, quien se sienta a mi lado sin decir nada, y aunque puedo sentir su mirada sobre mi, no dice nada.

Ambos comenzamos a realizar nuestros trabajos pendientes en silencio. Así pasamos un rato hasta que Guzmán se acerca y se sienta en medio de nuestras mesas.

–Ander. —Escucho que le dice y de reojo puedo ver que le está mostrando una foto— ¿Te ha llegado es foto? Es de la búsqueda de ayer. ¿Sabes lo que es? La chaqueta de Samuel. Está manchada de sangre, tío.

–Joder. —Ander me mira y frunce el ceño cuando se da cuenta de que los estoy mirando, supongo que nota los colores en mi piel.

Guzmán se voltea a verme y no soy lo suficientemente rápida para ocultar mi rostro con mi cabello lacio. El rubio frunce el ceño y su mano se apoya en mi hombro para girarme hacia él. Sus cejas se alzan en sorpresa y luego vuelve a fruncir el ceño.

–¿Qué mierda te pasó?

–Nada. —Trato de volver a mi primera posición, pero Guzmán fortalece su agarre e incluso con su otra mano toma con fuerza mi mentón.

𝐓𝐎𝐆𝐄𝐓𝐇𝐄𝐑; ᴇ́ʟɪᴛᴇ ɪɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora