Capítulo 2

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-¿Qué tal el reencuentro con su novio, Volkov?

-No sé de qué me habla.

El comisario se encontraba con los brazos cruzados y con una evidente mueca de desagrado porque el tema de conversación se hubiera inclinado a un tema tan personal. No ayudaba en absoluto que estuvieran delante de comisaria fumando un cigarrillo, así que era un lugar donde cualquier otro policía podía escucharlos.

No dudaba que el superintendente tuviera orejas y ojos por toda la ciudad, así que eventualmente no podría ocultarle que había ido a visitar a Horacio, sobre todo si todavía estaba pensando en sí aquel acto se volvería a repetir en el tiempo. Sin embargo, le impresionaba que solo hubieran pasado unos escasos días y ya estuviera sacando el tema.

-Puede hacerse el estúpido con los demás anormales, pero no conmigo, Volkov. – Las palabras aparentemente no hicieron mucho efecto en el comisario, quien simplemente ladeó su cabeza hacia otro lado. Aunque a pesar de que Volkov no dijera nada, aquel discurso le hacía pensar sobre qué carajos esperaba de Horacio. – Haz lo que quieras, pero si juegas con los sentimientos del chico, te las verás conmigo. – Y con aquella amenaza, el superintendente regresó al interior del edificio, dejando al comisario bastante desconcertado.

[...]

Volkov odiaba cuando llegaba el final de un día de trabajo y con todo el cansancio que su cuerpo acarreaba, se tumbaba sobre la cama y el sueño no le alcanzaba. Durante el día era relativamente fácil distraer su mente de las pesadillas que trataban de alcanzarle, ser un adicto al trabajo le ayudaba a no tener que pensar sobre su vida.

En su hogar las cosas eran distintas; descansar a veces era una tarea que se le complicaba demasiado y no tenía arduas tareas con las que ocupar una gran cantidad de horas. Su actitud empeoraba por unas horas y sus pensamientos tendían al lado más pesimista posible, acechado por el oscuro pasado que involucraba a su familia y ahora las numerosas pérdidas del cuerpo policial.

Suspiró pesadamente mientras se llevaba las manos al rostro, frustrado. Sus pensamientos se volvieron más confusos cuando recordó las palabras del superintendente. ¿Qué se suponía que tenía que hacer con aquella advertencia? Volkov fue sincero cuando al rechazar a Horacio había dicho que ahora no era el momento de perseguir una relación sentimental y que no era capaz de tener aquella clase de sentimientos por otra persona. No quería dar esperanzas al muchacho, pero ahora que recordaba sus propias palabras en perspectiva, se percataba de que no había sido todo lo claro que le hubiera gustado.

Seguía con la convicción de que no estaba capacitado de tener una relación sentimental y a pesar de que suponía que Horacio le agradaba como persona, no podía llegar a la conclusión de que esos sentimientos estuvieran relacionados con el amor. Lo peor es que tampoco quería volver a romper el corazón a Horacio al remarcar otro rechazo y, probablemente de hacerlo, el superintendente le partiría las piernas a él.

Si aquel fuera un mundo ideal, Volkov estaba seguro que se habría quedado dormido y así hubiera puesto fin al cúmulo de pesadillas que estaban siendo sus pensamientos, pero desgraciadamente no fue de aquella forma. Las horas transcurrieron y la incertidumbre creció, dejando paso a la claridad que se colaba entre las persianas de su habitación.

Había pasado la noche en vano y aunque otras personas lo verían como un acierto que tuviera el día libre, para el ruso era todo lo contrario: Un día completo para seguir atormentado por su mundo interior.

Se dio una ducha fría y desayunó sin mucho ánimo. Quizás no era el mejor movimiento después de haber pasado gran parte de la noche pensando en Horacio y cómo debía actuar con él, pero de todas maneras tomó el coche y fue hasta la federal. Instintivamente buscaba aquella persona que podía sonsacarle una sonrisa, por mucho que su orgullo le doliera aceptar la realidad.

Sin embargo, esta vez cuando se sentó en la sala de visitas y apareció el pelirrojo, no lo hizo portando una sonrisa. ¿Cómo lo iba a hacer? Su aspecto había empeorado mucho desde las últimas semanas que le había visitado, sobretodo porque su rostro estaba lleno de moratones que no lucían recientes, pero que debido a la hinchazón le daban una peor apariencia general. Podría decirse que ahí es cuando verdaderamente aceptó que sintió lástima por el otro hombre.

-Si vas a poner esa cara durante la conversación, me largo. – Horacio no estaba de humor y seguramente en su lugar también lo estaría, pero no dejaba de parecerle extraño que alguien que lucía como un rayo de luz ahora estuviera así con él.

-Lo lamento, simplemente estaba sorprendido. – Volkov inclinó un poco su rostro a modo de disculpa. – No ha sido intencional.

-Unos gilipollas empezaron a decirme marica. Joder, ¿Y qué si lo soy? Pues decidieron ser tan rastreros como para darme una paliza cuando Gustabo se alejó. ¡Pues les di su merecido a pesar de estar en desventaja!

El ruso se quedó sin palabras; no sabía exactamente lo adecuado qué decir en esa situación. Es decir, ni siquiera se había planteado la circunstancia de que podría ser peligroso para Horacio encontrarse en la federal siendo como él mismo se denominó; "marica". Si lo pensaba en frío, no era la mejor situación en la que encontrarse.

El silencio empezó a volverse incomodo, pero entonces fue cuando Horacio se cruzó de brazos tras haberle echado una mirada de pies a cabeza a Volkov. Su humor pareció cambiar en cuestión de instantes. - ¡Está usted muy guapo hoy, comisario bombón!

Arqueó una ceja, confundido porque no sabía si se debía a algo en concreto. - ¿Disculpe? – Las palabras surgieron de una manera casi natural de sus labios, hasta que se percató que probablemente se debía a que no portaba la ropa que habitualmente llevaba en el trabajo. Había cambiado la camisa por una camiseta básica de color granate que no destacaba demasiado debajo de su cazadora de cuero. - ¿Se refiere a la ropa? No he estado de servicio así que...

Una sonrisa pícara asomó en los labios del preso. – Oh.... Me has venido a visitar en tu día libre, me siento afortunado. – Echó la mirada a un lado. – Y voy yo y te hablo mal porque te sorprendas de verme después de una paliza. Ugh.

Volkov intentó quitarle importancia al asunto, hacer ver que no era un hecho tan relevante, pero en cierta medida si lo era. Volkov no tenía amigos o al menos, él creía que no había gente cercana a él que pudiera denominar de tal forma. Sus días libres eran solitarios y no creía que la gente tuviera interés en relacionarse con él de todas formas... A excepción de Horacio, quien en la gran mayoría de ocasiones terminaba con una gran sonrisa en su rostro.

-Quise decírselo antes de que me metieran en la cárcel y sucediese todo esto, pero... - Horacio tragó saliva mientras que Volkov le daba su tiempo para aclarar esas ideas de su mente. – Lamento haberme declarado de forma tan directa. Inicialmente solo quería saber si también le interesaban los hombres, pero al final me pasé demasiado. He tenido mucho tiempo para pensar y la verdad que hay ese miedo a cargarme el mínimo de buen rollo que existía.

El ruso se quedó en silencio unos segundos, asimilando el mensaje. Negó con la cabeza. – Disculpas aceptadas, aunque no creo que tenga que disculparse... No lo hizo con mala intención. No creo que usted entendiese que yo era una persona tan complicada por... mi situación personal.

¿Le estaría dando ilusiones aceptando sus disculpas? Pero esa era la respuesta honesta que Volkov sentía en esos momentos, no le salía de su interior decir otra cosa.

-Entonces... ¿Amigos? – Preguntó Horacio con una gran sonrisa en su rostro.

El primer pensamiento de Volkov fue rechazar aquella proposición escudándose en su superior, pero técnicamente no lo era actualmente. Ni siquiera sabía si Horacio seguía interesado en reincorporarse en el cuerpo después de la condena.

-Sí, supongo. Amigos.

Más de lo que conoces (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora