Capítulo 3

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El turno nocturno solía ser ajetreado, pero aquel día estaba siendo desastroso por causas que nada tenían que ver con la delincuencia. Eran las 3 de la madrugada y el comisario estaba esperando que los del taller llegasen con una grúa para llevarse a Putin, su Z.

Quizás los policías alumno no se habrían percatado en el cambio de actitud de Volkov, porque para ellos seguía siendo el mismo hombre frío y distante que había sido en el pasado. Para los comisarios y oficiales que tenían más trato con él, su cambio había sido mucho más aparente. Tenía mucho menos tolerancia para las estupideces, pero para un hombre que había perdido a sus compañeros más cercanos, era comprensible ese comportamiento. Sin embargo, ahora estaba más distraído a la par que más agresivo cuando alguien trataba de profundizar el porqué de aquellas reacciones.

Realmente ni el propio Volkov se llegaba a comprender.

No se sentiría cómodo abriendo su mente a nadie. Había compartido risas con Ivanov y ahora este se encontraba sepultado bajo tierra, inerte. Y como si aquellas pesadillas no fueran razón suficiente, se encontraba en una dualidad en la que por una parte, sentía alivio al visitar a Horacio y que sus días fueran un poco menos pesados. Por otra parte, sabe que está en contra de sus propios ideales y que tarde o temprano, acabará llevando al muchacho a problemas que seguramente le superarán.

Sus ojos seguían como Putin era remolcado y enganchado a la grúa para su traslado y, lejos de preocuparse por las explicaciones que debería dar al superintendente, seguía preocupándose en la misma línea de razonamiento anterior.

Porque no solamente estaba el hecho de que seguiría pensando hasta la saciedad que apartaría a todas las personas que pudieran llegar a ser cercanas a él; también existía el hecho de que Horacio había cometido crímenes. Es decir, sabía que existía un historial previo que se había lavado al ingresar al cuerpo y en ese sentido, había intentado hacer como si no existiese, pero ahora Horacio estaba en la federal y aunque fuera un asunto de venganza, era complicado. Sobre todo porque carecía de detalles que no se molestaría a indagar por su cuenta.

Trasladándole de sus pensamientos al mundo real, el trabajador del taller le preguntó si era necesario que le acercase a alguna parte, pero con los brazos cruzados, Volkov respondió que no. Había avisado por radio y un compañero se ofreció a recogerlo para continuar patrullando juntos, lo cual parecería un gesto bastante noble de no ser que Volkov realmente no estaba de buen humor para compartir patrulla con Greco. Las circunstancias no le permitían elegir demasiado, desgraciadamente.

Se encendió un cigarrillo mientras intentaba relajarse un poco bajo la poca iluminación que las farolas producían a esas altas horas de la noche, el único sonido que se alcanzaba a escuchar eran algunos vehículos circulando y jóvenes que empezaban a ir demasiado felices a causa del alcohol, es decir, una noche normal en Los Santos.

En cuestión de minutos apareció el patrulla de su compañero, subiéndose a la acera para llamar su atención y que subiera. Volkov tiró la colilla al suelo, volteando para sentarse en el lado del copiloto. Ambos oficiales llevaban gafas de sol a pesar de las altas horas de la noche, pero la conversación en ningún punto se dirigió a ese extraño punto. – Te vamos a tener que juntar con los policías alumnos para que practiques la conducción a este paso. – A pesar de que Greco dijo aquel comentario entre risas, Volkov no se lo tomó a bien y gruñó, mirando por la ventanilla.

Yo también estaría de mal humor si mi novio estuviera en la cárcel. - El albino no contestó, era el tipo de comentarios al que tenía que acostumbrarse últimamente. Suponía que no ayudaba que no desmintiese su tipo de relación.

[...]

La próxima vez que Volkov visitó a Horacio, las heridas del rostro de este último se estaban curando y su aspecto general era mucho mejor que cuando había recibido aquella paliza homofóbica. El comisario no llegó a exteriorizarlo de ningún modo, pero sin duda se sintió aliviado al verlo mejor. – Se le ve mejor, Horacio.

-¡Y mejor que me veré cuando salga de aquí y pueda hacerme una cresta de nuevo! – El muchacho se veía lleno de energía y eso consiguió que Volkov mostrase una leve sonrisa en su rostro que, no pasó desapercibida a ojos de Horacio y provocó que el muchacho transmitiese más felicidad. – También me quiero pintar las uñas, parece que vaya desnudo con estas manos. – Horacio se las mostró, pero en ese caso, Volkov no reaccionó de ningún modo; tampoco veía el gran punto de llevar las uñas sin esmalte.

-¿Puedo hacerle una pregunta personal? No tiene que responder si no quiere. – No era habitual que Volkov hablase de su vida personal y por lo tanto, se extendía hasta el punto de que tampoco preguntaba por la vida personal de los demás. Horacio simplemente asintió con un 'uh uh', bastante sorprendido. - ¿Tiene idea alguna de qué hará cuando salga de aquí? Me refiero... al cuerpo policial.

Horacio agachó la cabeza y miró al suelo, tocándose una ceja, nervioso; Genial, había tocado un tema complicado. En el momento en el que Volkov iba a remarcar que no era necesario que le contestase si no quería, el chico decidió hablar. – No lo sé. Ni siquiera sé si Papu nos quiere de vuelta, ¿Sabes? Y creo que aunque nos vuelvan a dar una oportunidad, Gustabo no tiene muchas intenciones de volver.

Horacio siempre era luz que aportaba alegría a los demás y nunca había tenido mucho problema en mirar directamente al rostro a Volkov, incluso cuando se declaró. Por eso le sorprendía que ahora se viera tan vulnerable hablando de aquel tema. – No lo entenderás, pero Gustabo siempre ha estado ahí a mi lado protegiéndome. Siempre hemos sido inseparables... Él dice que yo soy un buen policía, que debo quedarme si es lo que me gusta, pero no sé si puedo vivir una vida completamente distinta si nos separamos de golpe. – Negó con la cabeza. - ¿Y si elijo la policía y al final es Conway quien me manipula?

Sin duda, Volkov no acababa de entender ese sentimiento de dependencia que Horacio parecía expresar, tampoco entendía todo aquel tema de la "manipulación", aunque no fuera la primera vez que escuchaba sobre eso. – No sé qué decirle, es una decisión demasiado personal... Pero no creo que debas pensar tanto en los demás, al final tu vida tienes que vivirla tú. – Era irónico que alguien que vivía limitado por los fantasmas del pasado, diera ese consejo. Volkov creía que él no merecía ser feliz y ahora que sus compañeros habían caído, lo creía más que nunca, pero aquel muchacho frente a él, si lo merecía.

-Todavía me quedan meses para debatirlo...





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Creo que a partir de ahora les voy a empezar a hablar un poquito después de cada capítulo. Hasta el capítulo anterior no había recibido ningún comentario, así que la verdad que no sabía que decir tampoco, jaja. Simplemente agradecer las lecturas y que estoy feliz de que la historia les esté gustando.

Los próximos capítulos ya los tengo esquematizados, así que esta semana seguro que tendrán actualizaciones tempranas (suelo actualizar cada dos días, así que en principio se mantendrá).

Estoy disfrutando mucho de escribir desde el punto de vista de Volkov, creo que es un personaje muy complejo pero interesante a la vez, así que quiero desarrollar esa dualidad de que Horacio le interese pero que le empuje por no querer hacerle daño (pero hacérselo igualmente), ¿Qué piensan ustedes?

¡Prometo que es cuestión de tiempo que Horacio y Volkov estén conversando con un cristal de por medio! 

Más de lo que conoces (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora