Capítulo 12

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El trabajo se había vuelto rutinario y en consecuencia; aburrido. Si bien ser excluido de los códigos importantes había reducido el margen de error en las actuaciones de Volkov, ahora había sido resignado a hacer tareas que podría cumplir con los ojos cerrados con la misma eficacia, aunque tenía que admitir que esas mismas tareas las había realizado con un resultado lamentable cuando Horacio había dimitido. Ahora era capaz de trabajar un poco mejor, pero su actitud seguía siendo desagradable.

No ayudaba por lo tanto, que hubiera sido apartado de las tareas propias de comisarios u oficiales y, que tuviera que patrullar con los novatos, porque debido a su mal talante había provocado que a los policías alumnos les diera algo de temor dirigirse a él. Al menos estaba más tranquilo si la mayoría de gente a su alrededor no le hablaba.

La cuestión es que el superintendente podía excluirle de los casos que le vinieran a él en gana, para algo era su superior, pero no había que dejar a un lado el hecho de que Volkov era un policía con experiencia y al final era como un perro viejo que conocía parte de los trucos de Conway.

Estaba seguro que habría gran parte de información que desconocía, pero había conseguido pequeños detalles que le ayudaban a formar una idea general de lo que estaba sucediendo: Con la salida anticipada de Horacio de la federal, Gustabo había hecho contactos en la cárcel y ahora su nombre estaba relacionado con la venta ilegal de armas y drogas. Por ende, suponía que no le beneficiaba tener a su hermano dentro del cuerpo policial y menos todavía, ejerciendo su trabajo de una manera en la que Horacio demostraba que estaba orgulloso de haber tenido su lugar entre la malla.

Su carácter se apagaba al pensar que no había podido imaginar ese escenario en mente con anterioridad por no haber prestado demasiada atención a como era Gustabo realmente, a pesar de que había mostrado rasgos de esa manipulación delante de Volkov en distintas situaciones en el pasado. Le molestaba todavía más pensar que el superintendente, si lo había previsto.

Volkov llegó a pensar que investigar sobre el paradero de Gustabo que asimismo, le llevaría donde seguramente estaría Horacio, calmaría la ansiedad que le estaba provocando la incertidumbre, pero fue más bien lo contrario; no le agradaba la idea de pensar que Horacio estuviera relacionado con actividades ilegales y las pistas eran demasiado escasas para tratar por su cuenta de tirar el hilo. Los Santos era una ciudad con un índice de criminalidad muy alta y eso jugaba en su contra.

Los días avanzaron sin más y cada turno se le hacía infinito; no era de extrañar por lo tanto que cuando este llegase a su fin, Volkov se negase a salir con sus compañeros de trabajo. Desgraciadamente había el sentimiento generalizado de aprovecharse de la situación y dejar que el comisario realizase todo el papeleo que se iba acumulando con el tiempo, siendo la tarea menos popular entre todos los agentes y ahora su principal función ya que le habían limitado considerablemente.



La puerta de su despacho apenas se abría y el silencio solo era interrumpido por los avisos de la radio policial que, normalmente, eran ignorados por ser avisos en los que no podía participar. Fue entonces cuando escuchó al oficial James Gordon preguntar si se encontraba el superintendente en la comisaria. – 10-5 – Respondió Volkov con una voz tajante.

La conversación no terminó en ese punto, sino que al parecer, era importante que el superintendente se encontrase en el edificio para un procesamiento. Aquel hecho le llamó la atención, porque el mismo James era un oficial, no debía requerir la ayuda del superintendente para ello. Intentó indagar algo más de información sin llegar al descaro de preguntar directamente, pero sus esfuerzos fueron en vano, por lo que decidió acercarse a la parte trasera para ver personalmente qué sucedía.

Más de lo que conoces (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora