Capítulo 10

6.9K 784 145
                                    

En el momento de la dimisión de Horacio, el superintendente lucía extremadamente tranquilo, como si conociese de antemano que aquella situación se iba a dar mientras que en el caso de Volkov era todo lo contrario; había cierta sorpresa reflejada en su rostro que demostraba que no sabía que estaba ocurriendo allí. Esa sorpresa pronto iría acompañada de decepción, podía entender que no estuviera enterado de lo que Gustabo planease con su vida porque realmente no eran más que meros conocidos, pero no aplicaba a Horacio.

Horacio no esperó ningún tipo de respuesta por parte de los dos otros hombres en el despacho y simplemente se dio media vuelta para irse por donde había venido. Volkov miró de reojo a Conway, pero el hombre no parecía tener intención de reaccionar de modo alguno... ¿Qué coño le pasaba? Había escuchado el día anterior gritos cuando Gustabo vino a dimitir, ¿A Horacio le iba a dejar irse tal cual? El comisario sentía que le faltaba una gran parte de la historia para poder encajar las piezas y entender qué cojones estaba ocurriendo, pero eso no le impidió salir del despacho e intentar alcanzar a Horacio.

Una vez más, fue ignorado, hasta el punto que tuvo que tomarle de la muñeca para intentar que Horacio le hiciese algo de caso. No sabía que esperaba de proceder de ese modo, pero lo único que consiguió fue que el muchacho tuviera una mala reacción y le empujase para que Volkov se apartara; no consiguió el resultado esperado al ser Volkov más alto que Horacio, pero le confundió de igual manera.

-¡Se lo que estáis haciendo, no me voy a dejar manipular! - Aquellas palabras volvieron a dejar helado a Volkov y en ese caos de ideas en la mente del comisario, el más joven aprovechó para salir corriendo.

Hacía tiempo que no escuchaba de los labios del peliazul aquella palabra en concreto: "manipular". Concretamente la última vez había sido en sus visitas en la cárcel, pero nunca había terminado por preguntar en aquel entonces a qué se refería porque Volkov había querido creer que simplemente había sido producto de la confusión de haber terminado en la federal. Sin embargo ahora estaba enfurecido a la par que decepcionado y su corazón inconscientemente buscaba respuestas, desquiciado volvió al despacho del superintendente, quien parecía haber encajado demasiado bien la situación.

-¿Me dice por qué cojones no ha hecho nada? – El comisario sin pensar demasiado lo que decía, actuaba por impulsos.

-Tranquilito, coño. – El superintendente decidió que era adecuado dejar de trabajar en el informe que estaba redactando para confrontar la situación directamente, a lo que Volkov aprovechó para acercarse más agresivamente.

-¡Estoy calmado!

-¡Que te tranquilices, ostia!

Y así es como en cuestión de segundos terminó con un porrazo y esposado contra el suelo. No había forma que el comisario pudiera calmarse de repente y el superintendente entendió que no se podía dialogar de él de esa forma, aunque explicar cómo estaba la situación fuera un gran factor que pudiera hacer que Volkov no atacase como un animal herido.

-¿Qué coño hace? – Reprochó Volkov en el momento en el que Conway le hizo levantarse del suelo y lo dirigió fuera de su despacho, bajando por las escaleras.

-Seguro que pudrirte un rato en el calabozo te irá bien para que te calmes, no pienso hablar contigo mientras estés en ese estado.

El comisario simplemente resopló, molesto. Aunque no estuviera actuando de la forma más lógica posible, seguía con la cordura suficiente como para saber que no importaba lo que dijese a continuación: El superintendente ya había tomado su decisión y ahora no iba a librarse de pasarse unas horas en el calabozo por haberse comportado como un capullo ante la dimisión de Horacio en el cuerpo policial.

Siguió con las manos esposadas en su espalda, siendo empujando por Conway hasta la celda que se encontraba más alejada de la puerta y le obligó a entrar mientras le cerraba con llave en su interior. Realmente no hubiera sido necesario ese último acto, pues si atrevía a irse por su propio pie de allí; lo lamentaría por toda su existencia.

-¿No me va a quitar las esposas? – El superintendente solo le ignoró y se fue de los calabozos. Genial, encima le había esposado con las manos en la espalda, la posición más incómoda que mantener durante horas. – Gilipollas. – Musitó.


Sin nada mejor que hacer en esa pequeña celda, Volkov se sentó incómodamente en el banco que se encontraba en uno de los lados. Al haber sido esposado de repente, tenía un gran puñado de inconvenientes: El móvil en su bolsillo vibraba en el momento que mensajes entraban y la radio policial no había sido desconectada, por lo que continuamente tenía que sufrir el pitido en su oído. No hacer nada le estaba volviendo loco, aunque técnicamente estaba funcionando para que se calmase.

No faltó el momento en el que sus compañeros bajaron a encarcelar a alguien y no pudieron evitar descojonarse de la risa al ver al comisario sentado en una celda. - ¿Pero que hace ahí metido, comisario Volkov?

-He cabreado al superintendente. – La única respuesta tajante que aportaría, al menos fue suficiente para las ansias curiosas de los otros policías.


No supo determinar cuántas horas estuvo ahí metido y la verdad, es que casi prefería no contar con ese dato. Se había tranquilizado, pero también se estaba empezando a aferrar a un vacío existencial que se encontraba dentro de su corazón, recordando aquellas personas a las que había tomado cariño y había acabado perdiendo en su vida; no quería que Horacio fuera una más. Cayendo a un pozo sin fondo de depresión, apareció Conway al otro lado de los barrotes.

-Parece que estás más tranquilito ahora.

Volkov respondió al instante con una mueca. – Ja ja, muy gracioso. – Dijo con la típica seriedad que le caracterizaba.

El superior no respondió, solo abrió la puerta de la celda y le hizo un gesto para que se acercara, a lo que Volkov obedeció y poco después sería liberado de las esposas. Movió los dedos de sus manos; cerrando y abriendo sus puños para deshacerse con la extraña sensación de que su movilidad hubiera sido limitada durante tanto rato.

-Sígueme. – Ordenó el superintendente.

Volkov asintió con la cabeza, conforme y le siguió hasta salir de comisaria por la puerta trasera, la misma puerta por la que solían traer a los delincuentes que detenían. ¿Lo hacía a propósito? Seguramente, pero el ruso no preguntó ni dijo nada en particular.

Fueron hasta el aparcamiento y Conway se acercó a su coche particular, indicando a Volkov que entrase. En ningún momento había mencionado donde irían, pero después de los acontecimientos de varias horas atrás, Volkov creyó conveniente no mencionar más palabras de las necesarias que en si mente era exactamente la cantidad de cero.

-Si no hubieras montado tal numerito, hubiera sido más fácil comentarte el hecho de que tu noviecita está siendo manipulada por Gustabín. – Esas fueron las palabras que rompieron el silencio dentro del vehículo circulando por la ciudad.

-Yo no...

-Como me niegues cualquier tipo de interés por Horacio, te juro que aparco aquí en medio y te doy una paliza. En pocas ocasiones te he visto actuar de esa forma, no me tomes por gilipollas. – Volkov solo suspiró, pero no respondió. – Como sea, descubriré qué coño se trae Gustabo entre manos, así que o te controlas o no tendré ningún remordimiento en apartarte para que no lo jodas todo.




- - - -

Siento que estos capítulos estén siendo ligeramente más cortos que los anteriores, como diría Auron, son necesarios para entender la historia... (╹꒳╹)


Viene el superindigente al rescate de la situación (?)

Más de lo que conoces (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora