Capítulo 5

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El sol iluminaba en el punto más alto en el que se podía encontrar al ser mediodía y si hubiera sido un mes más caluroso, Volkov estaba seguro que no estaría bajo el sol tan tranquilo fumándose un cigarrito. Aunque aquella era simplemente la imagen que transmitía; no estaba tranquilo en absoluto. Se arrepentía de haberse ofrecido a recoger a Horacio cuando este saliese de la cárcel, pero era más bien pánico dirigido a que estarían solos completamente... casi como una cita. Una cita extraña.

Y allí estaba, tratando de mentalizarse de no arrepentirse por sus decisiones en el parking de la federal, mientras se fumaba un cigarrito apoyado en su coche. Ya llevaba un buen rato esperando, pero habiendo procesado a parte de los muchachos que terminaban en la federal, el comisario sabía que tanto entrar como salir de allí se trataba de un proceso que no era del todo rápido.

Debido a ese tiempo esperando, la atención de Volkov fue disminuyendo considerablemente en el tiempo y no vio exactamente el momento en el que Horacio salió sino que simplemente le vio con su uniforme de policía yendo hacía él. Volkov tiró la colilla al suelo, aplastándola con la punta de su zapato y se acercó al otro hombre, quien antes de dejarle decir nada, le abrazó con bastante énfasis.

El comisario simplemente se quedó petrificado por unos segundos, no acostumbrado a ese acto tan cercano, aun si Horacio era la persona con la que más se había abrazado en el pasado, pero había pasado un tiempo desde entonces. Después de ese shock inicial, correspondió al abrazo y le acarició un poco en la espalda, queriendo dar apoyo.

Lentamente Horacio se separó y lucía sonrojado a causa de la vergüenza de reaccionar tan impulsivamente. – Perdón, me emocioné. ¡Gracias por venirme a buscar! – Horacio notó los ojos fijos de Volkov en su uniforme y contestó casi al instante. – Me arrestaron de servicio, creo que lo mencioné...

No le dio mucha más importancia, pues Horacio si lo había mencionado meses atrás, así que simplemente se dirigieron ambos hacia el coche, en silencio. Horacio se sentó de copiloto y a pesar de que solía ser lo primero que hacía, en ese momento no tocó la radio, sino que volvió a hablar: - Supongo que te habrás escapado del trabajo para venirme a buscar, ¿no? Con que me dejes en casa para que me cambie, me solucionas el día. – Era obvio que Horacio pensaba de esa forma, Volkov no había hablado más que de irle a buscar.

-Me he tomado el día libre, asumí que algo de compañía el primer día de libertad le vendría bien. – El comisario sonaba incluso avergonzado al exponer esa idea. Además, cuando había pedido el día libre, el superintendente le había dedicado una sonrisa que no le había gustado nada y no opuso mucha resistencia a que ese día no fuera a trabajar. Genial, sería el cotilleo de la comisaria.

Hubo un silencio más largo de lo normal que provocó que Volkov mirase de reojo si Horacio estaba atento y se encontró con la visión de aquel hombre emocionado a más no poder, con el rostro cubierto parcialmente con su mano, rápidamente trató de volver a su normalidad. - ¡Es casi como una cita! – Horacio río abiertamente y lejos de crear una situación tensa, Volkov se sonrojó y trató de continuar centrando su mirada en la carretera para evitar pensar de más en la situación.

Volvieron a quedarse callados, pero no era un silencio incómodo y en algún punto, Horacio encendió la radio, sonando una canción que a Volkov no le sonaba en absoluto y el otro hombre se puso a cantar alegremente. El mayor no se quejó, de hecho, era esperanzador ver al muchacho feliz a su manera.

Era una sensación extraña regresar el edificio donde uno vivía pero no dirigirse a su propio apartamento y una vez ingresaron en el hogar de Horacio, este se disculpó por el estado del mismo. Se notaba que Horacio no sabía terminaría en la federal, pues había ropa tirada en el suelo del comedor y algún plato por recoger, el típico aspecto de un hogar desordenado de alguien que le daba pereza recoger ese día. La cocina era abierta y daba al comedor, igual que en su departamento, así que Volkov tomó asiento en uno de los taburetes de la barra mientras Horacio se dirigía a su habitación a vestirse.

Más de lo que conoces (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora